Jamás pensé ni imaginé que algún día lo iba a ver a River perder contra Deportivo Riestra. Nunca. De verdad lo digo. Es que nosotros estamos acostumbrados a otra cosa. El solo hecho de ser de River no nos prepara para derrotas de este estilo. Y ojo que no es subestimar a nadie. Solo se trata de comprender la grandeza que tiene esta camiseta por encima de las otras. Así de claro y sencillo.
Se perdió contra una Institución pequeña, sin hinchas y que durante toda su historia jugó en Primera D. Es así. Solo en este momento impresentable que atraviesa dirigencialmente el fútbol argentino se puede entender la presencia de Riestra en Primera División. Con mucho respeto y en un vocabulario bien futbolero para que todos entiendan: se perdió ante un rejuntado. Eso es el equipo de VÍctor Stinfale, ni más ni menos. Un grupo de entusiastas jugadores de ascenso, sin jerarquía ni clase alguna, que en los 90 minutos que dura un partido de fútbol acostumbran a patear más piernas rivales que a la pelota con la que se juega. Ante eso perdió River. Inadmisible. Una derrota humillante para la maravillosa y gigante historia que tiene y tendrá siempre este club.
Si la caída con Temperley nos resultó grave, esta con Riestra es para repasar los archivos y verificar si alguna vez sucedió algo parecido. Y no solo estamos hablando del resultado. Fue alarmante la falta de orgullo de un grupo de jugadores que parecen no entender ni darse cuenta la camiseta que se ponen. Esta vez ni siquiera se les reclama jugar bien. Solo se pide un poco de ganas. Mostrar entusiasmo. Disputar el partido con energía. El segundo tiempo de River fue un absurdo. Pagaría por meterme al menos un minuto en la cabeza de algunos jugadores para comprobar de qué manera se tomaron este partido.
Gravísimo e imperdonable
Es cierto que se visitó una cancha que desmotiva. Que hubo que hacerlo tras varios días de un parate ilógico. Dentro de un semestre largo que estuvo lleno de partidos y teniendo las vacaciones tan cercas. No lo puedo asegurar, pero apostaría que este encuentro representaba una molestia para este plantel. Que sentían innecesario jugarlo. Que no tenían ninguna motivación a la hora de salir a esa cancha tan precaria. Que el paisaje y el rival al que enfrentaban formaban un combo depresivo. Hasta el día y el horario eran feos. Todo se entiende, pero si esta suposición tiene algo que ver con la realidad es gravísimo. Imperdonable.
River tiene que ser campeón de este torneo cueste lo que cueste. Y para lograr ese objetivo hay que sumar la mayor cantidad de puntos posibles. Y por lo general, en las campañas que no se coronan, los puntos que se lamentan son justamente estos. Los que se pierden ante rivales menores. Los futbolistas que salieron a la cancha vestidos de River escribieron una página oscura para la historia. ¡¡PERDIERON CON DEPORTIVO RIESTRA!! Ninguno se salva. Nadie se pudo sacar un jugador de encima. No gambetearon. No mostraron rebeldía. No patearon. No tiraron un centro bien. Corrieron menos que sus adversarios. Chocaban y se caían. Trababan y perdían. No se enojaban ni siquiera por una cuestión de orgullo. Les pegaban y no reaccionaban. Fueron los pibes los quer terminaron dando la cara en una gran muestra de la confusión que se vivió en River durante este semestre.
Sabemos de la importancia anímica y futbolística que tienen Franco Armani, Paulo Díaz y Miguel Borja. No se duda del peso específico que tienen dentro de este equipo, pero en esta oportunidad la ausencia de estos por sus compromisos con sus seleccionados no califica como excusa. Si no hay reemplazantes aptos para jugar contra un equipo tan menor, entonces hay que repasar la supuesta jerarquía que tiene este plantel. Tampoco hay que hablar del estado del césped, ni de la estrategia utilizada por el rival, ni nada por el estilo. Riestra sintiéndose inferior hizo lo que tenía que hacer.
El problema fue River que, con su apatía, logró que la manera de jugar del adversario sea efectiva. No querer la pelota, meterse atrás, cortar con faltas, ocupar espacios en campo propio, imponer un trámite áspero desde lo físico fue la estrategia de los muchachos del Ogro Fabbiani que jamás pudieron doblegar los de Martín Demichelis.
Es una derrota dolorosa que obliga a una revisión mas profunda de este semestre que finaliza. Para evitar hablar de un flojo 2024 tenemos que recaer en lo internacional. El muy buen recorrido de River en la Libertadores maquilla un periodo de muchísima irregularidad en el rendimiento futbolístico, salpicado de una ausencia de personalidad y una dosis de fragilidad emocional que preocupa.
Si bien es cierto que hubo más triunfos que derrotas, la realidad también marca que las derrotas sufridas fueron mas trascendentales qué las victorias conseguidas. A nivel local solo la final con Estudiantes resultó importante. Ninguno de los otros triunfos obtenidos quedará en la memoria popular. La Copa de la Liga se perdió de mala forma ante Boca. La Copa Argentina lamentablemente es historia y en el actual campeonato ya tiene dos derrotas en apenas cinco fechas. Descripción precisa de un andar muy inestable.
El equipo desde el juego no ha convencido. Son contados con los dedos de una mano los partidos en donde River jugó realmente bien este año. Por eso es que a nivel local hay mucho más para criticar que para elogiar. Las cinco victorias en la Libertadores y ser el mejor clasificado le acomodan un poco a River este semestre, pero nos quedamos con ganas de más. Sin pecar de una exigencia desmedida no nos gustó demasiado lo que vimos en lo que va del año. Especialmente cuando salió de casa. De visitante jamás se dio la talla.
Los responsables
Responsables son todos. Los que juegan y los que dirigen. Los futbolistas, el cuerpo técnico y la dirigencia deberán darse cuenta lo que es necesario mejorar en el segundo semestre para no repetir tropiezos similares. El receso llega en el momento justo. Ideal para salir de todo esta racha negativa del último mes. Para descansar, cargar pilas y hacer la mejor pretemporada de los últimos años. River debe volar físicamente desde agosto a diciembre. Es fundamental ser un equipo renovado en el aspecto físico y en el mental. También deberá servir esta etapa para incorporar jugadores que aporten lo que hoy falta.
Un ciclo que se desmorona
Prohibido fallar en el diagnóstico y en los refuerzos. Hay que apuntar alto y traer apellidos que le den un plus anímico y un salto de jerarquía futbolístico. Es lo que reclaman los hinchas, lo que deberá exigir el DT y lo que deberán entender los dirigentes. Hay que aprovechar este mercado de pases para armar y diseñar un equipo que sea candidato a ganar la Copa Libertadores 2024, porque hoy no lo es. Ya no hay margen de error, ni una red que proteja una nueva caída. El buen 2023 no se está repitiendo este año y da la sensación de que el ciclo Demichelis se desmorona partido a partido. Hasta para aquellos que le reconocemos virtudes y méritos al entrenador se nos hace difícil justificar o comprender actuaciones como la de Riestra.
En River se banca y respalda, pero también se pide y se exige. Es ganar la Copa o el campeonato. No queda otra. Así lo obliga la historia. La misma a la que se le faltó el respeto con esta derrota ante Riestra.