Hoy se cumplen dos años de un momento que no olvidaré nunca. En segundo plano el resultado deportivo, y no lo digo por hacerme ‘el que no me importa’ o por hacerle bandera a la cultura del aguante. Para nada. Lo digo porque lo siento, y porque se que los dichosos que estuvieron ahí conmigo, sienten lo mismo que yo. Y los millones que no tuvieron la oportunidad pero pudieron vivirlo a la distancia, me envidian, pero también abrazan en el sentimiento.

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‘El fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes’, dijo sabiamente Valdano una vez. Una premisa real, pero que a veces por cuestiones de la vida la aguja de prioridades se vuelve loca y tambalea. Y el fútbol se transforma ahí en algo que nos emociona al punto de no encontrar palabras para explicar lo que nos mueve. Más de una vez discutí con un amigo e incluso con un familiar ‘bueno che, soy así. No es sólo fútbol, no es sólo River. Es parte de mi, cuando alguien me describe como persona mete las palabras River, pasión, amor. No me voy a poner filosófico respecto a los pilares humanos, los lazos familiares, etc. Tomalo o dejalo, pero River me significa algo que no puedo poner en palabras’.

Y allí estuve en Japón. Llorando como una quinceañera cuando el micro de los jugadores pasó por el medio del banderazo. Fede, uno de los periodistas de La Página Millonaria, debe recordar aún mi audio de Whatsapp dándole directivas sobre una nota y al mismo tiempo quebrándome en el medio del relato.

Vivimos a un país y al mundo shockeado por la revolución de River en Asia. Claro que queríamos ganar. Somos River, siempre queremos ganar absolutamente todo. Pero lo que experimentamos en aquel diciembre del 2015 dudo que lo volvamos a vivir. Ojo, volver a jugar un Mundial de Clubes no tengo dudas de que lo vamos a hacer. Me refiero a esa comunión de más de 20 mil almas riverplatenses viviendo una fiesta a miles de kilómetros. Dos banderazos, cientos de trenes, calles plagadas de japoneses y nosotros al ritmo de “de la mano del Muñeco”.

Y River salió a la cancha el 20 de diciembre del 2015 junto al Barcelona. La musiquita típica de la FIFA para estos encuentros, opacada por el canto de los hinchas de River me pusieron la piel de gallina, y otra vez mi llanto. Porque estaba pasando algo único. El mundo nos estaba viendo en la cima y con la mayor expresión de amor jamás mostrada en una cancha de fútbol. El planeta entero era espectador de nosotros exponiendo nuestras vidas, mostrando una parte de nuestra identidad en esas tribunas.

Nos quedaron anécdotas, amistades, japoneses que en las redes nos preguntan: “¿Cuándo vuelven los hinchas de River para acá?”, pero por sobre todo nos quedó un momento mágico, de película, que nunca podremos olvidar y por sobre todo, el orgullo de ser de River.

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