Doping, goles de exportación en plena competencia, siete tipos pasivos ante un robo descarado, con repeticiones y hasta en slow motion, y un River desconocido. Un conjunto de elementos ineludibles que pegan donde más lastima. Momento de catarsis, sacar fuerzas desde las bases y comenzar a rearmar para volver a ser.
Duele. Y mucho la verdad. Esta vez es especial, porque no fue simplemente quedar eliminados siendo River, con todo lo que eso ya significa. Esta vez fue con Gallardo en el banco. El estratega que nos metió en primeras planas internacionales otra vez. El especialista de los mata-muere, el que nos hizo creer que lo imposible es posible. Esta vez fue con Maidana y Ponzio, nuestro león embanderado con la cinta de capitán, esa con la se convirtió en un multicampeón. Con tres recibimientos ‘final Libertadores style’ (con Wilstermann, Lanús y hasta fuera de un partido, en el banderazo en la previa al encuentro en la Fortaleza).
Fue contra un equipo que juega bien al fútbol y respeta las bases para conseguir cosas importantes, pero su palmarés internacional no miente: una Sudamericana y una Conmebol. Por ese lado también duele. Pero me es inevitable pensar que esta copa no era. Simplemente no era. Desde el vamos nos pasaron cosas que daban la pauta de que ganarla era una proeza.
Doping. Raro. Perdimos a Martínez Quarta y a Mayada en un caso que da la impresión de que ‘ya está, ya pasó’. Están cumpliendo la sentencia y listo. Pero hubo que rearmar no solo al equipo desde lo táctico, sino también desde lo psicológico. ¿Pesó en Conmebol que un equipo que tuvo una causa de dopaje pudiera salir campeón?
Goleador out. Alario se fue en la recta final del certamen. No quiero ni necesito revolver toda la novela que hubo con el goleador, ni tampoco le caigo a él, pero en medio de la competencia quedarnos sin nuestro ‘9’, fue otro balazo al pecho.
VAR. Se empezó a implementar justo y especialmente en las semifinales. En el Monumental estuvo de adorno (penal a Scocco) y en Lanús también (penal por la mano de Marcone, puñetazo de Román Martínez a Rojas), pero se activó curiosamente post entretiempo, luego de la escena histérica de Lautaro Acosta, y sí fue solicitado para el legítimo e infantil penal de Montiel.
Quiero remarcar algo: con el partido 2-2, Andrada le tapó un mano a mano a Scocco y cuando las cosas ya estaban 4-2, un cabezazo de Pinola que luego se desvía pegó en el palo. Lo que quiero destacar es que te pueden robar, claro está, pero si la pelotita entra, el saqueo queda en la anécdota. River perdió porque en 20 minutos le hicieron 4 goles, el Millonario fue una sombra, nunca hizo pie a pesar de haberse encontrado con dos goles en el primer tiempo. El robo fue la estocada final a un equipo que deambuló en la cancha de Lanús.
¿Cómo volver a ser? Gallardo tiene contrato hasta diciembre, pensar en si seguirá o no me deprime aún más. Aprovechemos el momento, la actualidad nos pone en la cara que lo tenemos a él. El Muñeco tiene el buzo de DT y es la clave para levantar la psiquis de estos jugadores y posee la sabiduría y el poder de planificación para ya empezar a cranear el River 2018, con o sin él.
Cuesta, era la obsesión de todos y encima Gallardo nos volvió a acostumbrar a ganar, ganar y ganar. Hay que levantar la cabeza, estamos en la semifinal de la Copa Argentina, el torneo local es largo y se viene el Superclásico este fin de semana. Premios consuelo, lo sé. Pero lo dijo el Muñeco ayer: “Nuestra ilusión de llegar a la final se terminó, pero esto sigue”. Y sí, sigue. Hay que ganar el domingo. Ser el bicampeón de la Copa Argentina y armar en el receso un plantel que tenga las armas y los recambios a la altura para conseguir la Libertadores 2018. Un equipo que pueda ganarle no solo a los adversarios, sino también a las piedras extrafutbolísticas que le pongan en el camino.
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