River volvió al triunfo gracias a la magia de su artista principal Ariel Ortega. El Dalí del futbol.
Irreflexivo, instintivo, creador innato. Parafraseando al gran pintor que alguna vez dijo “el surrealismo soy yo”, el Burrito volvió a darle la razón al hincha y está en todo su derecho de decir:”River soy yo”.
Nada de lo que había pasado en la semana de River se compadecía con la razón. River vive inmerso en un clima de surrealismo. Todo lo que sucede parece más propio de una producción onírica que real. El casamiento del Ogro Fabbiani del que hasta Obama se enteró. Los dimes y diretes en relación al técnico. La frustrada compra de Cvitanich. La despedida de Augusto. El enojo de Buonanotte. Los humores y rumores que circularon en días muy calientes de desmentidas y confirmaciones. Toda una previa que aguardaba un domingo de final incierto.
Y llegó nomás, bajo un calor espeso y agobiante en pleno invierno. Un horario que era tarde para temprano y temprano para tarde. Los ravioles postergados gracias a un horario absolutamente inusual, las 14.10. Con la bandeja Belgrano Alta cerrada y un equipo que después de las turbulencias contra Banfield, hizo que no se supiera hasta ultimo momento quien iba a ser titular y quien no. Si hasta el técnico había estado en duda. La verdadera sorpresa fue ver el mismo once titular con los cambios obligados de Barrado por Augusto Fernández, ya transferido y Buonanotte por el Ogro.
De arranque nomás, la perlita del Enano. Facturamos rápido y hay sueños de tarde mansa y tranquila. Sin embargo, es más que eso y empieza a aburrir. Imprecisos Ortega y Gallardo, igual que Barrado, solo el Pitufín parece con posibilidades de inventar algo lindo. Y del otro lado, Chaca, el recién ascendido Chaca, no tiene con que animarse. Hasta que ese chico Alustiza recoge el regalito de Coronel que cierra mal y con la de palo, mete un derechazo de libro al ángulo. Golazo y sensación de que todo esta como era entonces. Sin embargo, al toque, Cabral mete un frentazo limpio tras gran centro del Enano y bueno…(al fin Cabral se hace “heroico”) pero como en River nada es cierto, todo irreal y a la vez posible, una apurado Vega se lleva puesto al once de chaca y el mismo se encarga de ajusticiarlo desde el punto del penal. . Se habían ido 45 minutos de un partido chato, con las inseguridades de siempre y las facilidades que nos abrigaba un rival de poco vuelo. El equipo se fue al vestuario entre la indiferencia y la resignación de la gente.
El segundo tiempo deparó raras sensaciones. Chaca se paró 20 metros más adelante y comenzó a complicar tímidamente. Algunos tiros de media distancia y uno que otro centro o tiro libre permitieron la llegada del tercer gol. Pésima salida de Vega. Muy livianito llega tarde y Parra que libera los viejos fantasmas. Y River es el tango Naranjo en Flor. La defensa: “era más blanda que el agua que el agua blanda…”, Jugadores como Gallardo que más que no poder parecían no querer. Lo mismo Barrado, Paniagua. Gorosito que sabe que se viene la noche y apela a otra estrofa: “primero hay que saber sufrir, después amar …después andar sin pensamiento” y se anima a sacar al Capitán desconocido y entra Villalba que tiene un cohete y en la primera que toca se come al arquero y define de zurda, tras gran pausa de Ortega. Entonces todo se vuelve mágico, surrealista, como lo que somos. El burrito que no puede con su alma juega con el corazón de un pibe de veinte. Se tira a la derecha y se para de wing. Si de wing, no le dan las piernas pero igual va por ahí. Llega al fondo todo desarmado y se le va por arriba un pase de gol a Ríos (¿Ah jugaba?). Y chaca que también lo quiere ganar mete dos chutazos que nos hacen temblar. Y River que al final queda parado de contra, porque Chaca se engolosina y quiere más sin darse cuenta que viejo y todo River recuperó a Salvador Dalí, el Burrito. Aquel que es capaz de pintar el cuadro más loco y genial. El que la deja picar y con delicada pincelada rubrica un gol de antología por sobre la cabeza del arquero. Ortega rompe con los límites de la razón y explota en ese inmortal instinto de jugador diferente que es.
Logra que una tarde gris con la mesa servida para las caras largas y la rechifla termine a puro revolear de remera, …” y después…¿qué importa el después?, perfume de naranjo en flor…”
Perfume de triunfo en una tarde surrealista.
Imagen: La Página Millonaria



