La derrota por penales frente a Patronato fue el golpe que faltaba para cerrar un 2022 para el olvido. Sin dudas, el peor de la era Gallardo, el primero sin títulos en lo ocho años del ciclo del Muñeco. Aunque todavía no se puede bajar la persiana porque quedan seis partidos de la Liga en los que River deberá sumar para mantenerse entre los tres primeros de la tabla anual y así poder clasificarse a la próxima Copa Libertadores. Tal vez esa tabla sea el mejor reflejo para entender que no todo son los números fríos: por más que hoy sea el tercer equipo con más puntos en el año, el rendimiento no estuvo a la altura de lo que estábamos acostumbrados de la mano de Gallardo.

En estas horas en las que se mezcla calentura con bronca y desazón tal vez cuesta bajar la temperatura para poner las cosas en su lugar a la hora del análisis. Pero no hay que olvidarse que River viene transitando un ciclo único no sólo para su historia sino en general para el fútbol argentino, con un proceso extenso y exitoso, que este año no pudo mantenerse. Entonces, si bien el 2022 es malo (y ya entraremos en desmenuzar qué paso), tampoco estamos frente a una catástrofe. A todos nos gusta salir campeones todos los años y ésa es la exigencia que se transmite desde la tribuna hacia la cancha, no siempre se puede. Alcanza con repasar el historial de títulos para comprobarlo.

Hecha la aclaración, el 2022 fue un año para el olvido y no sólo porque River lo va a terminar sin vueltas olímpicas. El equipo no jugó bien, falló en los partidos más importantes, y muchos futbolistas estuvieron muy por debajo del nivel esperado. En este último punto hay que resaltar también que tuvo dos mercados de pases con grandes inversiones para poder pelear por todo lo que que tenía por delante y no aportaron las soluciones que el plantel necesitaba. ¿Los futbolistas son los responsables del mal momento? Sí, pero no los únicos.

Del lado del plantel, el análisis individual deja un saldo negativo en la mayoría y los de mejor rendimiento fueron las figuras que River perdió a mitad de camino (Julián Alvarez y Enzo Fernández) y que no pudo suplir en los últimos meses de competencia. Hubo casos como el de David Martínez que de ser una garantía en la defensa pasó a cometer errores graves (el penal versus Vélez en la ida de los octavos de final de la Libertadores) y quedarse en el banco en La Rioja, por detrás de Maidana y Pinola. Ojo, el del zaguero es sólo un ejemplo para resumir los vaivenes de rendimientos, no el único responsable. Les pasó a otros y también hubo jugadores que ni siquiera llegaron a ser una garantía en algún tramo del año. El balance de los refuerzos, sin ir más lejos, deja rendimientos en rojo.

Es verdad que a lo largo del año Gallardo sufrió bajas de todo tipo: por lesiones graves como la de Robert Rojas, por convocatorias de las selecciones y por otras lesiones musculares y suspensiones, que ya entran dentro de lo habitual. Pero también es cierto que contó con los futbolistas que pidió. Llegaron 12 refuerzos a lo largo del año: en el verano incoporó a Quintero, Barco, Mammana, Pochettino, González Pírez, Elías Gómez, Herrera y Centurión (volvió del préstamo en Estudiantes de Caseros); y en el invierno se sumaron Borja, Solari y Aliendro más el regreso de Beltrán, que estaba cedido en Colón.

Con todas esas herramientas, esta vez el Muñeco no encontró el equipo ni el funcionamiento. No los pudo hacer rendir como él creía que podían hacerlo. En la búsqueda, hizo cambios permanentes en la formación algo que puede ser contraproducente: eligió tocar y tocar los 11, nunca se la jugó por mantener un equipo durante varios partidos para ver si conseguía lo que buscaba. Hubo varios casos de jugadores que pasaron de titulares a suplentes de un plumazo.

Ahí está la parte de responsabilidad del DT. Así como tantas veces se destacó su mano para potencial a jugadores, ahora eso no funcionó. "No pudimos constriuir un equipo que dé garantías", aceptó el propio Gallardo tras la eliminación de la Copa Argentina. Y también hay que marcar que algunos de los refuerzos que pidió el Muñeco no parecían estar para River y en la cancha no pudieron demostrar lo contrario.

El Muñeco cambió y cambió, pero no logró encontrar una formación que lo convenciera (Foto: Getty).

El Muñeco cambió y cambió, pero no logró encontrar una formación que lo convenciera (Foto: Getty).

¿Y los dirigentes? Hay dos puntos donde se puede señalar la responsabilidad de los directivos. Por un lado, hay una seguidilla de fallos arbitrales en contra ante los cuales no se escuchó a la CD levantar la voz. Así como alguna vez fue Gallardo el que planteó tener "la guardia alta", ante estos reiterados golpes River pareciera tener la guardia baja. Y por otro lado, los tiempos del mercado de pases de invierno: más allá de que todavía estaban Julián y Enzo para los partidos con Vélez en la Copa, era un cruce decisivo para el apenas había regresado Beltrán y apenas se había sumado Aliendro unos días antes. Recién después de quedar afuera de la Libertadores, y sabiendo desde varios meses antes que el City se llevaría al goleador y figura del equipo, llegaron Borja y Solari para jugar lo que quedaba, sin tiempo de preparación ni adaptación. 

Como siempre en situaciones como la que le toca vivir a River hoy, las responsabilidades son compartidas. Con mayor o menor medida en cada caso. Pero todos tendrán que poner parte de lo suyo para revertir la historia. Ojalá sea para un 2023 con El Más Grande en la Libertadores, con Gallardo en el banco, y con tres o cuatro refuerzos de los que marcan la diferencia en el equipo.