El Millonario se fue al descanso en desventaja, sin demasiados argumentos para alcanzar el empate, pero con más coraje que ideas dio vuelta la historia y se impuso 3-1 como visitante sobre Lanús. Una inyección anímica fundamental de cara a lo que viene.
A veces es importante ganar más allá de las formas. Si bien a mediano y largo plazo una idea de juego es la que va de la mano con un resultado, también es indispensable alimentar una premisa a través de triunfos para confiar en las condiciones propias, enterrar dudas y trabajar con alegría durante la semana. En eso está River. Todavía falta bastante para hallar un funcionamiento constante, pero esta noche los tres puntos valiosos viajaron a Núñez nada menos que desde una cancha siempre difícil como la de Lanús.
Al Millonario le faltaron variantes para lastimar durante todo el primer tiempo. Exhibió inconvenientes a la hora de atacar tanto por falencias propias -por ejemplo, gambeta de frente al área, pases filtrados- como virtudes ajenas para reducir espacios y cubrir bien el medio. Le costó ser profundo, casi nunca pudo cabecear en área rival y ni siquiera tuvo éxito mediante los remates desde afuera. En ese contexto, Lanús se fue en ventaja al descanso gracias al oportunismo de José Sand para definir en medio de una serie de rebotes. La igualdad podría haber llegado de forma inmediata, pero un intento de Gonzalo Martínez dio en el travesaño.
Sin embargo, el Pity tuvo revancha en la segunda parte. Fue determinante. Abierto como extremo derecho, hirió muchísimo a la última línea local. Le generó problemas al experimentado Maximiliano Velázquez y quien buscara frenarlo. Cargó de amarillas al Granate: el mencionado capitán, Román Martínez y Lautaro Acosta. Obtuvo pelotas paradas a favor, se animó a patear de media distancia y se erigió como principal exponente ofensivo de River.
El empate apareció antes de que La Banda entrara en un terreno de desesperación. Ariel Rojas -jugó de volante por izquierda- sorprendió al resolver de derecha para el 1-1, a los tres minutos del complemento. De ahí en adelante, River logró asumir la iniciativa en la mayor parte del tiempo restante. Lanús, consciente de que podía ser lastimado, pasó la línea de la pelota para custodiar cada espacio y apostar a la salida veloz. La batalla demandaba ingenio para avanzar y precisión para pisar el área en busca del gol.
Como la misión era compleja la solución surgió con una dosis de suerte. Un tiro libre ejecutado por el Pity se desvió en la barrera, descolocó a Esteban Andrada y permitió que River diera vuelta el marcador y provocara el delirio de sus más de 11.000 hinchas. La reacción local fue con más ganas que fútbol. Aun así, Acosta amenazó con obtener la paridad, pero el Millonario supo aprovechar el contragolpe para sentenciar la historia con un pase profundo de Martínez, un desborde de Lucas Alario y la estocada final del ingresado Carlos Auzqui. Así, con su gente, El Más Grande consiguió una victoria enorme de cara al futuro y se ilusiona con tener chances en el torneo local.
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