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River volvió a tropezar con la misma piedra

Torneo "diabólico" si los hay, este del Nacional "B". Perder es lapidario, empatar es una ruleta rusa. Y River que vuelve a tropezar con la misma piedra. Sufre otro apagón fatal sobre el final y le roban la billetera.

pablo-desimone

Torneo “diabólico” si los hay, este del Nacional “B”. Perder es lapidario, empatar es una ruleta rusa. Y River que vuelve a tropezar con la misma piedra. Sufre otro apagón fatal sobre el final y le roban la billetera.

Dos puntos que valen kilates de oro. Ya no hay margen para las frases celébres “errar es humano”… quizás sí para su parte complementaria: “repetir el error es una locura”. Y River volvió a rodar sobre el disco. Se mancó de manera increíble, contra un equipo infinitamente inferior como Brown, que está entre los cuatro últimos.

Una pesadilla, un deja vu que se reitera por quinta vez. Como con Boca Unidos en Corrientes, Telechea y Quilmes y dos veces con Aldosivi. Cinco partidos, no uno. Si no, estaría puntero por afano.

Fue un golpe duro. Difícil de asimilar. Por lo ingenuo, lo inocente y por el desencanto que produjo cuando el triunfo parecía descansar tranquilo como Jonás en el vientre de la ballena.

River y una añeja condena, un síndrome que lo martiriza: “Ganar por necesidad es empatar o perder por obligación”… Así están dadas las cosas en esta recta final de bandera verde. Central que se roba la punta de atropellada y no para de sumar, Instituto que queda palo a palo con River, que el sábado va a Rosario con la urgencia de “ganar o ganar”.

Nadie afloja y la paciencia ya no espera. Hay que saber manejar la adrenalina que provocan estos momentos. Esa que nubla al jugador. La misma que mantuvo al público ahogado hasta el momento del gol del Keko, cuando desde la popular bajaba el ruego: “alentemos todo juntos, pa’ que pongan huevos nuestros jugadores…”. Y después, otra vez, el pozo.

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Esos cinco minutos finales donde se dividió la pelota e impidió el “olé, olé, olé, olá…”. Cayó la bomba atómica impensada de Zanni y nos hundió el pecho. Atónitos, sin respuesta, sin tiempo para revertir lo que estaba pasando, el equipo se fue mascullando bronca entre los silbidos de unos, el aliento de otros y la barbarie de unos pocos energúmenos que no parecen hinchas de River. Unos imbéciles que se alojan en un codito para apagar el fuego con nafta. Bestias que se la tomaron con Cavenaghi, no merecen otra cosa que su identificación y sanción, además del repudio de todos los hinchas que jamás abandonamos.

Todo muy difícil de comprender. La dictadura de los resultados está gobernando. No basta con entender que esto es futbol y que el destino de cada partido es inescrutable.

River quiere ascender sin pasar por la “promo”, pero lo cierto es que los números mandan y no pudo cosechar una vez más lo que produjo en situaciones de gol. No se explica tampoco por qué el Pelado no mantuvo la base del equipo que le ganó a Instituto, con el Chori haciendo la del Maestrico.

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¿Para qué Vella? ¿Para qué el doble cinco, cuando Ponzio es una máquina de prestarle la pelota al rival? ¿Por qué Funes Mori y no Villalva antes? Si además el cambio era por Ocampos, que habrá que enyesarle el cuello para que no baje más la cabeza. Demasiados errores, que se pagaron de la manera más insólita.

Nos volvieron a chorear la billetera… entre otras cosas, por los incesantes siestas de la línea defensiva, que no achica ni anticipa bien, sumada a la inseguridad de Vega.

Con este panorama vamos a Rosario. Tengo que reconocer que el axioma de “cerrar el partido” nunca me cerró. Me huele a verso. Es cuestión de saber defender y atacar correctamente. River desde años que no para a nadie.

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Es mejor, entonces, que vayamos pensando que si es necesario habrá que dar vuelta el arco. Y apostar a los “afiladitos” de arriba en vez de tirarles botellas.

La frase de Séneca que apunta al factor humano ya suena a filosofía de café. Para el domingo lo que cuenta es un viejo refrán criollo aggiornado: ¡Cocodrilo que duerme es cartera!

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