El equipo de Almeyda salió a ganarlo, quería ganarlo. Por este presente y por el pasado. Por esta actualidad de estar bien arriba en los dos torneos, y para sacarse aquella espina. Por aquella “desgraciada” declaración de Ahumada que nos quedó atragantada.
El “Cachi” pareció bajar sus sienes nevadas a la tribuna “Millonaria”. Se mezcló con la sangre de la hinchada máxima y pintó un cuadro imborrable. Y en frente, mientras tanto, hubo “San Silencio atroz”.
Queríamos ganarlo, además, para que no se cortara esta seguidilla de triunfos de final más final que nos tocó en suerte. Por la moral que viene en levantada. Por el juego que viene mejorando y por estos pibes que prometen nuevas auroras. Y por esta Copa que nos acorta gratamente la semana.
Por terminar de nockear a Caruso. No solo se le quitó el invicto de 21 partidos con un equipo, sino que se lo doblegó sin atenuantes. Desde el minuto cero River fue protagonista y San Lorenzo expuso su esquema mezquino y contragolpeador, como si hubieran salido a buscar los penales. Almeyda paró a su vieja línea de cuatro de Reserva -a la que vino a ver Sabella- y acertó. Igual que con esta decisión de hacer rotar a todo un plantel que se ve unido y que no parece tener “muletto”. Donde se confunden titulares y suplentes, excepto Trezeguet, claro.
A River le costó un tiempo refrendarlo en la red. En la segunda mitad salió a meterle presión al “Ciclón” y Navarro casi se hace un gol histórico en contra. Fue un vaticinio de lo que se venía. Bastó que se desataran los nudos de algunos debutantes -caso Martínez- y lo liquidó. El “Keko” anda con la mochila cargada de goles y, luego de una gran proyección del lateral izquierdo debutante y un centro al área, la pelota derivó en Villalva, que con su habitual velocidad y reacción, no perdonó. Después maceró el segundo bajo los pies de un estupendo Ledesma, que manejó los tiempos como cuando jugaba con el “Cuchu” Cambiasso.Le dio equilibrio y buen pie a una actuación muy pareja del equipo. Y hubo tiempo para que la tozudez del “Mellizo” tenga su recompensa, tras gran anticipo de cabeza del pibe Vila. Luego, se pudieron ver las pinceladas de esa esperanza ecuatoriana que es Cazares y una gran atajada de Chichizola, que tapó magistralmente la única oportunidad del “Ciclón”. El resto del tiempo, a piacere.
River tuvo su fiesta. Almeyda también, pero sabe que su prioridad es el ascenso. No olvida que tras el empate con Aldosivi un exitismo desmesurado quería incinerarlo como a Juana de Arco. El “gladiador silencioso” trabaja, no responde. Metaboliza, resignifica y sigue. Sabe de triunfos y de derrotas como pocos. Se juramenta paciencia y pide calma a sus dirigidos. Lejos de la comedia y la tragedia, su fórmula convence. Y la gente explota los estadios. Como ayer en Salta, cuando el nevado del “Cachi” pareció querer sumarse al festejo, despeñando su blancura sobre la lava de nuestra tribuna. ¿El humo? Venía del banco contrario y desde la tribunita visitante se escuchaba un “San Silencio atroz”.



