Nuevamente el campeón de América, tal como sucedió ante Boca, no supo aprovechar el hombre de más que tuvo durante buena parte de la tarde e igualó 0-0 ante Vélez Sarsfield. En ese contexto, los pibes Andrade, Vega y Montiel fueron los de mejor rendimiento.

Otra vez ocurrió lo mismo que seis días atrás. Historia repetida, pero en casa y ante un adversario que de ninguna manera despierta tanta necesidad como el eterno rival. Es que River desperdició una oportunidad ideal para sumar tres puntos en el Monumental, donde mereció la victoria, aunque sin reunir demasiados méritos en los metros finales. Allí volvió a padecer la ausencia de desequilibrio suficiente para quebrar la dura resistencia de un Vélez en inferioridad numérica.

Cuando iban 33 minutos del primer tiempo, el marcador central Fausto Grillo fue expulsado a raíz de una doble amonestación. La primera fue por una pelea inútil con Pablo Carreras -Marcelo Gallardo decidió sacarlo en el entretiempo para impedir que corriera la misma suerte que el colega visitante-, mientras que la segunda llegó tras una infracción sobre Nicolás Bertolo. Justamente, el volante, quien fue reprobado por la gente y sustituido a los 13 del complemento, tuvo la chance más clara antes del descanso, mediante un cabezazo elevado. Del otro lado, Augusto Batalla sostuvo el cero al desviarle una acción similar a Fabricio Alvarenga, producto de un desborde del peligrosísimo Hernán Toledo.

Lo cierto es que hasta la roja el trámite fue parejo. Pero a partir de ahí River asumió el protagonismo de forma definitiva. En el principio de la segunda parte el Muñeco sostuvo el 4-2-3-1 inicial hasta que la entrada de Tomás Andrade, enganche por naturaleza devenido a extremo derecho para la ocasión, cambió el tablero. El técnico rompió el esquema original para armar un 3-2-4-1. Lucas Alario permaneció arriba, mientras que en el medio estuvieron Lucho González y Joaquín Arzura para repartirle juego al mencionado Andrade, Leonardo Pisculichi, Exequiel Palacios y un Gonzalo Martínez de nivel intermitente.

Poco a poco, el Millonario empezó a arrinconar a Vélez. Jamás perdió la paciencia, sabiendo que el rival esperaba replegado para quitar y contragolpear. Nunca tuvo éxito en esa misión, pero sí en cerrarle los caminos a un River que dependió de la media distancia -casi funciona-, algunas pelotas paradas y un desequilibrio colectivo e individual que por lo general se frustró durante la construcción. En ese contexto, Andrade estrelló un zurdazo en el poste derecho, Leandro Vega -proyección inesperada en varios pasajes- hizo lo propio por vía aérea contra el mismo palo y Gonzalo Montiel sorprendió gratamente como un central con bastante salida. Faltó mayor precisión en velocidad para destruir la muralla visitante, así como puntería para doblegar a Alan Aguerre. Por lo tanto, el 0-0 pasó de resultado parcial a un inamovible final.

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