Le ganó al Lobo jujeño otro partido del Círculo del Infierno del Dante… como los seis que restan. Pero además le ganó al Twitter con un gol, desmintiendo el mensaje morboso del “egoísmo”.
Centro pase del Chori, gol de Trezeguet. Al periodismo deportivo farandulezco, que le armaron el fixture de la “promo”. A la bandera que habla de obligación y mete más presión que confianza. Le ganó al reloj y los que subestiman a Almeyda y su tan fogoneada “incapacidad” de asegurar los resultados. A los apocalípticos o triunfalistas de este negocio, antes deporte.
Fue un parto, seguro que lo fue. Nadie, ni siquiera él, debe saber hasta donde esta campaña inconscientemente lo condicionó o lo hizo dudar. Indudablemente la inclusión del aguerrido Vella desconcertó. Mucho “run run” de no saber “cerrar” los partidos, casi como de no saber defender –cuando lleva ocho partidos con la valla en cero en el Monumental- parecía que lo hirió. Volvió a la linea de cuatro tradicional, con el argumento de romper por afuera. Sin embargo, está visto que Vella no es Dani Alves, ni Díaz es Roberto Carlos. No hubo sorpresa, sólo dos llegadas con pelota parada y un mano a mano increíblemente desviado por el Torito, al que se lo nota falto de confianza.
Un desencanto y una regresión a los partidos en que River elaboró menos futbol. Sin el doble enganche, Ponzio se vió obligado a cumplir ese rol, algo que no siente, ni sabe hacer correctamente. Lo suyo es sacrificio, corte, apoyo y limpieza. Nada más, hasta ahí. Otra vez River partido, muy lejos Sánchez y el Maestrico para llevar la pelota.
Fue una tarde extraña. El empate de Instituto… ¡al fin! La “ovación” a Maravilla Martinez en la previa, el costosísimo precio de las entradas, la “contrabandera” de los familiares en apoyo a los jugadores. Y esa bruma… que empezó a bajar como si nos predijera un final de Cumbres Borrascosas. Y así fue nomás… ¡Cuando el azufre de Satanás Paez parecía cegar el área jujeña! Y cuando esa bruma parecía una señal inescrutable del desenlace agónico que se venía.
A la hora que la paciencia se convertía en impaciencia. Que el grito noble se iba transmutando en histeria. Cuando bajaba el “movete…! Y la voz era casi un estertor. Cuando los miedos nos congelaban los huesos, bajó un ángel, descolgó la “estrella de David” y todo cambió. En su testa, un faro antinieblas y River pasaba a ganar. El alma volvía al cuerpo, el calor a la garganta, la esperanza al corazón. Otra vez, la vida.
Y en esa novela dentro de otra, de las tantas que el futbol da letra, resulta que River ganó con un gol combinado entre “el que todos dicen que no se la pasa a David y ayer se la pasó magistralmente”. Y David, que alto en el cielo fue letal, se lo ofrendó al Chori. Así como después, apenás sonó el pitazo final, salió en busca del abrazo al Cavegol… anécdotas para vencer las
leyendas negras del arroba.
Queda por remarcar que para llegar a la victoria, despacito el “pelado” le fue sacando punta al lápiz y terminó con linea de tres defensores. Y renovó el tridente ofensivo en ataque “Chori- Trezeguet-Funes Mori”, a los que bien podrían sumársele Ocampos y el venezolano.
El flojo primer tiempo dejó pistas de que éste era el partido menos indicado para cambiar. Es difícil ir contra la corriente. La dictadura de las redes marcan tendencia. Por suerte, fiel a su naturaleza, no se traicionó en la segunda etapa y volvió a sus convicciones más íntimas. Si es que titubeó o se dejó influenciar, luego se rectificó. Tiró a la mierda tanta paparruchada, tuvo plan A, B y C. Cambió y demostró una gran versatilidad.
No sólo hay páginas en blanco y novelas que se tejen de los partidos entre semana. También hay varios partidos dentro de uno. Hay que aprender a resolverlo sobre la marcha. A veces se acierta con los cambios, pero la mayoría de las veces resuelven los “ángeles”… como ese “purrete” Trezeguet. Para él, la única verdad está en la pelota, no en esa gilada del “@” y el Twitter.
¡Vamos River, esta es tu “familia”, tu hinchada y tu gente! Ascender va a ser tu premio, nunca tu obligación…



