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Malabares y milanga con fritas

Malabares y milanga con fritas

pablo-desimone

Hubo un rayo de luz antes de la lluvia nocturna del domingo. Cayó sobre Lamela y el “Coco” desempolvó el libro de destrezas del potrero. ¡Qué banquete! Este River “pibe de la calle” se trepó a la punta en una sesión de malabarismo. Sí, este River que de Millonario sólo le queda el doble apellido. Este que se vio obligado a mutar de príncipe a mendigo, que priorizó el campeonato económico, que junta estampillas para guardar sus ahorros. Ahí está arriba de todos. Ganó una final con un golazo extraordinario.

Veinticinco toques. Los últimos siete en aceleración: tac. Almeyda. Tac. Buonanotte. Tac. Matías, de nuevo. Tac. Acevedo. Suela de Lamela y tac. Ferrari, tac. Cara externa de gamuza del “Coco” y Ferrari que la empuja sobre la raya por si las brujas. Fue un flash, una ráfaga, una ilusión óptica, una delicia. Perdón, ¿ese gol vale uno nada más? Era para cerrar la cancha y parar aquí. En fin, sigamos. Un pase de magia como para no olvidar las raíces de esta familia que tiene sangre azul pero que la realidad le exige hacer equilibrio.

Este es el River de hoy. Anda trepado al cielo del campeonato sin sufrir de vértigo, porque lo primero que entendió es no perder de vista la tabla de abajo. Y a partir de la lucha por la permanencia se nota que va creciendo, despacito, paso a paso. Pero madura. Afianzado ayer en un arquero notable. Una sólida estructura defensiva, a la que se suman los “desdoblados” Ferrari y Díaz y en ese doble cinco de acero que van conformando Acevedo y Almeyda. Es la base, para no perder. Y de allí para adelante la confianza depositada en los “creativos” Lamela, Buonanotte -después Lanzini- y Caruso de punta, pero siempre intentando por abajo. Entonces, su perfil invita a la interrogación permanente. ¿Cuál es su verdadera cara? ¿La del primer tiempo o la del segundo? ¿Es ese equipo que transmite autoridad o que se refugia y sufre antes que ir a liquidar el pleito?

Un tema a revisar es el cansancio físico de los “piqueteros”. Ahí es cuando el equipo pierde el medio y se nos vienen. De todos modos, aún apurado por el rival, trata de tomar aire y no caer en el descontrol. Cuando baja el “movete” de la tribuna, suelen venir los cambios oxigenantes. Por cierto, que el domingo sirvieron para volver a poner el partido en campo cervecero en los últimos cinco. Tiene muy en claro que la ansiedad por cerrar los partidos lo ha traicionado más de lo que lo ha ayudado. Este River puntero es el mismo River que tocó fondo mal. Que sus jugadores son compasivos hasta
con la morosidad de sus salarios. Que hace un esfuerzo grande para vivir concentrado en todos los frentes.

Y no se puede detener en tantas cuestiones de identidad y paladar. Y habrá que quererlo así y comprenderlo. Si su casa se empobreció. Y la vieja anda con la libreta del almacenero. Y si gran parte de lo que está hoy levando es esa pizza casera amasada con la harina que había en las Inferiores. Y si no conoció el delivery de jugadores y arrancó el Clausura como Dios lo trajo al mundo. Y todos en silencio, con humildad. Amarrocando, chito, con chirolas de ilusiones.

¿Cómo no lo vamos a bancar, entonces? Nobleza obliga, porque enarbola la modestia algo que engrandece a quien se sabe rey en desgracia. De allí la convicción y las sinrazones del corazón que nos empujan a respaldarlo. Y aunque todavía le falte para recuperar su status, el viejo trencito de carga del que habla Jota Jota va. Con esa locomotora a vapor que de la raya para adentro tiene un conductor espiritual como Almeyda, imposible de abandonar y no contagiarse en su exuberante voluntad de arrastrar los vagones. Si además esos que arrancaron de la “última estación” andan decididos de ponerse los largos y pelearle a la vida. Emociona porque vive de la lucha pero no puede con su naturaleza se le escapa el arte

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Este River nació como esos pibes que andan por las esquinas revoleando pelotas y palitos y a la noche les toca cartonear. Ese que arrima las propinas a la casa. El que se ganó la Coca y unas buenas milangas con fritas de la vieja. Esos manjares que sólo la vieja prepara. Sus malabares cotizan en bolsa en un medio plagado de equipos técnicamente pordioseros. Una “joya” para el recuerdo extraída del Capítulo 1, página 10 de la Biblia del potrero. Ayer, en Quilmes, un halo de luz tocó al carasucia lindo de Erik, que crece. Una suave caricia que se extendió a esos pies predestinados para el garabato. Como si jugara descalzo en la arena.

Vamos River, que la gilada no entiende nada. Amén de sortilegios y malabares, mucho menos de caerse y no abandonar hasta levantarse. Sube, sube, Millo. Bandera de mi amor. ¿Quién lo iba a decir? El River “pibe de la calle” puntero. Y ahí andan otros a los que la abundancia los hizo pobres. Tac, tac, tac, para acá, tac, tac, tac para allá. ¿De qué carajo se trata esto? Gracias, pibes. Por ese “cuadrito”, esa pintura, ese malabar de 11 tipos en cadena prestándose la pelotita mientras el rival mira. Ese que confirma que la memoria de River está viva.

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