Parecía una competencia en la tribuna superior Oeste del estadio Mineirao. La consigna tácita era quién se daba un abrazo más fuerte con la persona de al lado. Cada hincha de River gritaba, saltaba y cantaba como si se estuviera repitiendo el mágico e inolvidable 9 de diciembre. La locura era absoluta. Los penales, siempre tan difíciles, esta vez terminaban en alegría de rojo y blanco mientras la gente de Cruzeiro, provocadora en las calles de Belo Horizonte, se marchaba en silencio de esta mole de cemento.
“Vos sabés, que es un sentimiento, que se lleva adentro de mi corazón, que a pesar de todos los malos momentos esto nunca va a cambiar / Lo más grande es River Plate, que nadie lo dude más”. Ésa canción se repitió en loop durante varios minutos. Nadie quería quedarse sin la foto de otro Mineirazo. Todos exhibían sus sonrisas de oreja a oreja. La emoción era muy grande. El Millonario nuevamente daba el golpe en Brasil, como ocurrió en Porto Alegre hace nueve meses y también cuatro años atrás aquí en la capital de Minas Gerais.
Franco Armani, el gigante de esta noche, fue ovacionado por cientos de hinchas. Sus compañeros levantaban los brazos para retribuir el cariño recibido. Marcelo Gallardo otra vez lograba cumplir el sueño de la gente. River se daba el gusto de escribir un capítulo más de este ciclo exitoso que todos deseamos que tenga por muchos años más al Muñeco.
Lo cierto es que alrededor de 2.000 simpatizantes hicieron lo imposible para estar en Belo Horizonte, un destino incómodo. Casi 2.200 kilómetros desde Buenos Aires por vía aérea, cerca de 3.000 a través de ruta -algunos valientes se animaron a viajar casi 60 horas- y, como si fuera poco, escalas capaces de poner en jaque la llegada de un vuelo a otro, tal como sucedió por ejemplo en Sao Paulo. Varios optaron por hacer base en Río de Janeiro, 400 kilómetros al este. Otros pasaron por las cataratas del Iguazú. Y hasta hubo quienes viajaron desde Córdoba.
Cualquier locura valía para alentar a un equipo que fácilmente consigue la identificación del hincha, incluyendo un argentino que está radicado en esta ciudad y, aunque habla una suerte de portuñol mientras exhibe la bandera verdeamarela, pregunta con entusiasmo cómo ver los videos de La Página Millonaria. Es que esta pasión no comprende de razones ni límites geográficos.