Justo ayer se conmemoraban 30 años sin Lennon, un artista que nos regó de sueños. Y la “hinchada de River”, la mejor del mundo, cantó como los Beatles. Un homenaje incomparable para la música, para todos nosotros, guerreros infatigables del aliento y para el espectáculo, que en un gesto digno de reprobación y mal gusto, el locutor de Fútbol para Todos se ocupó de ridiculizar. “Je, cantan por lo mal que juega el equipo”-ironizó en su transmisión. Una irrespetuosidad inaceptable para con nuestra gente y nuestros colores.
Ayer no fue “un día más en la vida”. Pasaron cosas difíciles de explicar. Antes, durante y después del partido. Un mosaico de sensaciones. Casi como aquella gloriosa tapa de “la Banda del Sargento Peppers”, de los genios de Liverpool, donde posaban personajes que encarnaban lo mejor y lo peor de la humanidad. Hay un “largo y sinuoso camino” que John y Paul parecen haber escrito para nosotros. Voy a pedir “una ayudita a mis amigos”. No puedo explicar con demasiada rigurosidad y sentido común el nocaut pincha. Me pareció todo tan inexplicable que sólo me animo a jugar al absurdo de ponerle algunos títulos de canciones beatles a los momentos vividos. ¿Arrancamos?
Primero: “Querida Prudencia”, para con el Negro Jota Jota. Antes y después del partido circulaban versiones sobre la contratación de Sabella a partir de su desvinculación con el pincha. Me resultaron absolutamente impertinentes y hubiera preferido no escucharlas hasta después de la definición del campeonato. ¡Socorro! Perdón John, perdón también al mariscal Ramos Delgado y al maestro Federico Vairo, que el homenaje de su partida no haya sido la “batalla” por todos querida. Ese “Imaginate” que soñamos en la previa y terminó siendo una batallita naval con tres pelotas paradas y tres goles insólitos. Hundidos, tan frágilmente. Sólo me pregunto: “Because”. ¿Por qué? ¿Por qué el cielo no es azul más de cuatro fechas para River? ¿Por qué “La felicidad es un revolver ardiente”?
Si hasta “Ayer”, el fútbol era un juego fácil de jugar, como el amor, si ya nos habíamos olvidado de la Promoción. ¿Por qué otra vez ese imagen de no poder salir con esa fe de ir “A través del universo”? Salir dormidos como un equipo chico, sin la ambición de armar una fiesta completa. Un “Birthday” para arruinarle el campeonato al equipo que más ganas le teníamos. Estudiantes se dio cuenta tan al toque de esa falta de ambición, de ese rostro de “estoy cansado”, antes de arrancar que nos primereó, al minuto. Claro al final armó su “Revolución”, con un River diezmado y perdido como “Lucy en el cielo con diamantes”. ¿Qué fue el pincha que otra cosa que concentración? Ese “todos juntos ahora” que achicó espacios desde el minuto cero y River de cuarenta rebotes no ganó uno. Con actitud abúlica hasta en sus gladiadores. Como aceptando ese “Yo soy un perdedor” que periódicamente vuelve.
Sin el “¡oh cariño!” que necesita la pelota para llegar a destino. Dejando que “La gata” se floreé a expensas de un Almeyda que pareció no estar lo suficientemente recuperado. ¡Mysery! Cuando el pincha se replegó. River no encontró pivot y siguió sistemáticamente apostando al pelotazo. Sólo algún buen encuentro entre Lamela y Pereyra generaron algún tibio desequilibrio por izquierda. “Y aunque el sol siempre llega”, no llegó. Había hecho demasiado poco. Apenas, el tiro libre de Lamela en el palo, cuando Orión estaba vencido. Y ya al final del primer tiempo, cuando estábamos pensando más en los cambios que en el partido aparece River infructuosamente “arreglando sus agujeros” centro que viene por la derecha y Matías Sánchez que dice “la vi parada ahí”. Pum. A cobrar. Y una soledad “Eleonor Rigby”, que se clava en cuarenta mil corazones.
River no tuvo conductor, jugó con un Funes Mori, otra vez muy livianito y por sobre todas las cosas sin saber cambiar de esquema táctico obre la marcha y rápido. Y ese volver sin enganche, para el segundo tiempo fue sentenciar “guitarra vas a llorar”, nuevamente. ¿No se cómo nos trastocaron tanto? No hay Buonanotte, ni Lanzini. Y en un minuto ocurre “el fin”. Expulsado Maidana y la siesta que sigue y termina en la red tras sucesivas distracciones. Un Mercado, pujante y un offside de Rojo que tiene que empujarla. El cuarto pudo ser el quinto, mientras que los cambios llegaron cuando estaban sirviendo los postres.
Partido más que liquidado. Raro y de pronto “la Hinchada Campeón del Mundo” se pone de pie. Y entrega una nueva versión de la música más maravillosa para los ojos. El pueblo riverplatense que no se rinde que canta “All my loving”, jugando bien o jugando mal”, ese lenguaje universal. Que nada, ni nadie puede parar. Entonces hay un frenesí que nos desborda de rabia, de ganas de llorar y de orgullo y nos pide “Dejalo ser”. Es tu corazón. Que te lo manda. Que sabe que el mundo no nos está tratando bien, pero que hay un “Get Back”, hay un volver cada domingo, como lo hicimos siempre.
Sólo comparable, aunque suene irreverente para alguno, a ese cambio de paradigma musical que significaron los Beatles. De fútbol, poco y nada. No me gustó nada. Ni los pantaloncitos negros, ni que hayamos tenido que atacar contra el Río de La Plata en primer tiempo, ni las habladurías con Sabella, ni lo de Ortega, ni el árbitro Abal.
Fue el “anochecer de un día agitado”. Una ensalada de emociones. Usted sabe mucho aquello de “vencedores vencidos”, aunque haya “camaleones mediáticos” que no lo entiendan.



