A la gloria no se llega por un camino de rosas dijo alguna vez Osvaldo Zubeldía, uno de los entrenadores más destacados del siglo pasado y si hay alguien que tiene muy en claro eso es Enzo Pérez. El oriundo de Maipú se crió en una familia en la cual no sobraba el dinero, en la que los padres realizaron todo su esfuerzo para que tanto a Enzo y sus tres hermanos (Tatiana, Franco y Nahuel) no le falte nada. El actual futbolista del Más Grande es el mayor y él vivió la infancia y adolescencia con la responsabilidad de cuidar a sus hermanos.

 “No fue fácil mi infancia. Estábamos 3 meses en una casa, 4 meses en otra, éramos nómades. Se terminaba la plata para el alquiler, entonces mi viejo hablaba con algún conocido y le pedía que lo aguantara un tiempo hasta que consiguiera trabajo. Mi viejo era albañil y viste cómo son esos trabajos, ¿no? Una semana tenés, otra no… Una vez le dieron una obra grande en un barrio, y ahí vivimos en una buena casa, pero en cuanto terminó la obra, afuera. En una época vivimos en un garage, con los colchones, la mesa, la garrafa para cocinar… para bañarnos le teníamos que pedir el baño a la gente que vivía en la casa”, contó Enzo Pérez en una entrevista brindada a La Nación en 2019.

Enzo Pérez llegó al Más Grande en 2017 para cumplir su sueño de vestir la camiseta del club de sus amores. En relación a cómo vivió la difícil situación económica de su familia siendo el hermano más grande, el volante central aseguró: “Al ser el mayor de los cuatro hermanos, lo tomaba con más responsabilidad. Lo tengo todo muy grabado en la cabeza. Quizá mis hermanos al ser más chicos no se daban cuenta tanto. Yo vi cuando mi viejo fue a vender la alianza de casamiento para comprar comida o recuerdo haber ido a buscar a mi vieja a su habitación para que viniera a comer con nosotros, y que me contestara que no tenía hambre, o cualquier otra excusa, para no sacarnos comida a nosotros. La he visto sufrir porque no nos podía dar lo que queríamos. Por ahí pasaban los cumpleaños y no los podíamos festejar. Cerca de casa había una panadería y cuando pasaban 2 o 3 días sin vender, íbamos sin vergüenza a pedir que nos dieran lo que sobraba para tener algo más sobre la mesa”.

Su devoción por el fútbol

Enzo jugó desde los 9 hasta los 17 años en Deportivo Maipú  y luego pasó a Godoy Cruz, respecto al amor que siente por la pelota, Enzo sostuvo: “Desde que tengo uso de razón ando con una pelota de acá para allá. Llegaba del colegio, tiraba la mochila y me iba a jugar. Si no había pelota, hacíamos una con bolsas, o con medias, o jugábamos con una tapita de Coca Cola, o con piedritas en el asfalto, muchas veces descalzos. También siempre me gustó mirar: cuando estaba en las inferiores de Maipú, mi viejo me venía a ver los sábados a la tarde a mí y yo iba a verlo jugar los domingos a la mañana a él. Cada vez que voy a Mendoza para las vacaciones, se arman partidos en las canchitas que tenemos y él se prende. Nos divertimos, la pasamos muy bien. Mi viejo me inculcó el sacrificio, la humildad y el respeto”.