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La Riversidad al palo

Simeone, Astrada, Pipo, Lord Cappa, Juan José López, Aguilar, Israel, El Káiser, Fabbiani, Orteguita, Arano, Carrizo… Almeyda contra el mundo. Falcao, 4 palos. Funes Mori y los 8 palos. Últimos, primeros en recaudaciones, jugadores falopa y el tiki-t

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Simeone, Astrada, Pipo, Lord Cappa, Juan José López, Aguilar, Israel, El Káiser, Fabbiani, Orteguita, Arano, Carrizo… Almeyda contra el mundo. Falcao, 4 palos. Funes Mori y los 8 palos. Últimos, primeros en recaudaciones, jugadores falopa, el tiki y el taka, el 1-5 ante Tigre, el 0-4 con Estudiantes. Pandora, la auditoría, la AFA, los arbitrajes. Lesionados, castigados, vendidos, borrados. La Riversidad al palo.

Esta realidad adversa y traumática no nos abandona. El domingo River tendrá la posibilidad de convertirse en el ave fénix o seguir llevando el Anticristo en sus entrañas. ¿Depende de River, como todos dicen? Tengo mis dudas. Ayer, frente al Pincha, desaprovechó otra magnífica oportunidad de despegar y no pudo levantar vuelo. Fue un manojo de nervios en un partido áspero, que despertó esperanzas con el gol del Loncho Ferrari –lindo zurdazo de sobre pique-, pero que nunca pudo sostener en la cancha de arriba, ya que vivió de los agarrones que no terminaron en penal porque parece que este capítulo está borrado del reglamento.

La última fecha será un parto contra reloj. No sirve magnificarla ni mucho menos minimizarla. Pero está claro que la lucha por la permanencia no está terminada. Se va a definir agónicamente para el lado que sea. No van a ser dos partidos más. Ni el nuestro, ni la visita de Olimpo a Quilmes. Hay mucho en juego y está todo abierto. Nadie puede otorgar garantías confiables para suponer que Olimpo es boleta frente a Quilmes y que River podrá con un Lanús golpeado. Yo pondría la lupa en este presupuesto, que ya no puede llamarnos más a engaños. River dejó de ser un equipo confiable. ¿Cuándo? Ya me olvidé. O quizás alguna vez creímos que parecía serlo pero fue hace una eternidad. Subestimar el partido frente a Lanús sería volver a caer en un estado de negación. Algo que nos convenció de que el pozo de aire en el que caíamos jamás podría tragarse un avión y se morfó el tren de cargas y el colectivo con el que nos ilusionamos a mitad del torneo.

Craso error, la caída fue in crescendo. La falta de confianza se convirtió en epidemia dentro del plantel. La crisis está en un estado exponencial alarmante. Almeyda y Ferrari solo mostraron sus blasones y algo de Caruso, que demostró que la pelota no le quema. Un equipo sin timón, armado con el salvavidas de Arano, quizá convocado por cuestiones anímicas, porque ninguna otra razón lo acreditaba como titular. Con la oposición entera manteniendo una silente vigilia discursiva, sabe que no es hora de echar más leña al fuego. Un gesto de moderación loable que se postergará hasta el domingo probablemente. El lunes comenzarán las facturas. Las de antes y las de ahora. Pero es vox populi que el peor enemigo de River es River. Ya no depende de sí mismo, aunque las matemáticas digan lo contrario.

Caer en el reduccionismo simplista de que “dependemos de nosotros mismos” puede ser fatal. Es imperioso advertir el riesgo de caer en la trampa que este partido lo gana “la hinchada”, que por más demostraciones estruendosas y de fidelidad realizadas, este equipo no ha conseguido potenciarse con la energía que bajó de las tribunas. No es permeable al contagio de su gente. Está bloqueado. Es más, a veces parece jugarle en contra. Hoy parece infructuosa la tara al levantar su espíritu y -sea como fuere- deberá enfrentar esta final como si fuera la Intercontinental. Es insoportable pensar en una humillación tan grande, ya bastante verlo deambular en la cancha. Pero ojo, para evitarla, la primera condición es no caer en ninguna tentación triunfalista. No quiero ser fatalista, solo quiero advertir que la definición arriba y el campeonato de Vélez -de hecho, largamente merecido- no cambia en nada la situación del domingo. Lanús perdió frente a Argentinos como la mayoría de los equipos que se sintieron necesitados de salir a buscar las victorias más por necesidad que por convicción. Ya segundo, relajado, puede venir al Monumental sin ese peso y dedicarse a jugar sin presiones. Hasta querer coronar su buena campaña con un triunfo en el Monumental.

No sé si es mejor o peor que haya perdido. Lo mismo va para Olimpo y Quilmes. Los dos están necesitados de los puntos, pero Quilmes quizás por su localía sea el que intente poner el partido en campo bahiense. ¿Y Olimpo qué? Es un equipo con salida rápida de contra, que es capaz de pasar de ser punto a banca tranquilamente. Lo reitero… JJ se convirtió en el Coronel de su laberinto y el General parece que no tiene más ganas de escribirle. Se le quemaron los papeles y se le cayeron muchos soldados. Lo de ayer frente a Estudiantes fue otra demostración decepcionante. Cuando se indicaba poner toda la carne en la parrilla, el muchacho tiró unas hamburguesas caseras. El equipo parece anémico, desvaído y casi anoréxico. Tiene muy poco como para creer que en la carrera por evitar la Promoción. Es candidato a promocionar el domingo, River paga un peso en las apuestas y los bahienses, cinco. Y aquí también entra Tigre, que puede prenderse en un triangular si la casuística –única carta brava de esta definición- hace de las suyas-.

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Lo real es que el hincha de River se siente espiritualmente angustiado, racionalmente enojado y sentimentalmente apasionado -como siempre-. Se prepara como nunca para el parto del domingo. Parto que se dilata porque lo que River tiene en la panza es el bebé de Rosemarie, que no quiere ver la luz. River necesita desembarazarse de una vez por todas de diez años mefistofélicos, que desembocaron en los 41 puntos logrados en el 2008/2009 de la era Aguilar y los 57 logrados durante la gestión actual. Sí o sí, deberá reemplazar las malas gestiones. Es hora que dé a luz. Habrá que mirar a la cara a quien lo vampiriza… Allí radican sus sombras. Esas que lo paralizan frente a situaciones límites y que antes su fuego sagrado sabía convertir en polvo ceniciento. Es la hora del ave fénix. Si no exorciza sus fantasmas y se confía dándole un carácter cientista y calculador a esta final, se puede llevar la peor sorpresa.

¿Depende de River? Yo creo que a esta altura seguimos aferrados a los milagros. Si no fuera por estas ayuditas de nuestros amigos, que le roban puntos imposibles al aurinegro… El domingo cargue una estaca, lleve una cruz y un espejo. Quiero creer que el Anticristo morirá con nuestra salvación. Seguimos vivos pero todavía flota en el ambiente esta intranquilidad. Que a nadie se le ocurra descorchar antes. Prefiero contar a los muertos fríos y no que ocurra lo de de Juan Tenorio. Aquello de “los muertos que vos matais gozan de buena salud”. ¡Vamos River, que hay que seguir! Es la última bola, la última bala que te queda. Hay que matar el pasado, para volver a sentirnos futbolísticamente exultantes, políticamente revitalizados e institucionalmente poderosos. Queremos dar vuelta estas páginas negras de la Riversidad al palo.

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