Estoy a unos meses de cumplir 30. He visto decenas de equipos defendiendo los colores más hermosos. Muchos jugaban un fútbol erótico, otros no eran tan vistosos pero cultivaron carácter, algunos tenían menos poder de gol que mi abuela, unos pocos eran una mezcla de todo, y hay un puñado que fueron impresentables. Pero al River actual me resulta imposible encasillarlo.

Somos un equipo que sabe encontrar caminos para atacar y hacer goles casi todos los partidos, algo muy difícil en el fútbol, pero a su vez brindamos demasiadas ventajas, no solo en el aspecto defensivo, sino también en la planificación atlética y en el armado del plantel. Poder ir ganando 1-0 o 2-0 debería ser una característica positiva y tranquilizadora, pero para nosotros es el peor enemigo. Porque ahí se nos pelan los cables de la cabeza, y a la vez los rivales se animan a salir para potenciar nuestras limitaciones. Estamos todo el tiempo al borde del precipicio y con los testículos subidos hasta el cerebro. Con este River necesitamos un diván permanente, porque es capaz de hacernos pasar por todos los estados psíquicos en solamente 90 minutos.

Para colmo de males, siempre en algún momento de cada semestre llegamos a la estación que yo llamo “Jurassic Carp”. Se nos baja Nacho en una entrada en calor, se nos jode D´Alessandro en una práctica, se desgarra Maidana y se tuerce Rossi en Mar del Plata, se rompe Casco y se contractura el Pity en Sarandí, mientras Olivera se lesiona en la reserva y Bottinelli nos mete un gol de aire con la pierna derecha. Todo sucede en 8 días, y quedamos perplejos y devastados. Ahí es donde la manada entera de dinosaurios creada por Spielberg nos orina cataratas desde el cielo, mientras fuman un habano y se ríen de nuestras desgracias. Hay mala fortuna y ensañamiento por parte de todos los dioses existentes, por supuesto, pero no nos podemos quedar sólo con eso sin analizar un poco más a fondo el contexto. Porque a la suerte hay que saber buscarla, y a la mala suerte hay que saber prevenirla.

Un 8 jugando de 4. Un 5 jugando de 6. Un 4 jugando de 3. Dos delanteros jugando de volantes por afuera. Y un 9 de 38 años peleando solo contra 4 defensores. Así terminó River en Sarandí. Más allá de la injusta expulsión, el resultado también es una consecuencia de errores que vienen profundizándose mínimo desde enero, tanto en la preparación física como en las decisiones sobre los recambios que el equipo necesita.

Contando los insólitos casos de Lollo y Larrondo, River acumula 36 lesiones en lo que va del 2016. La mitad de ellas fueron musculares. Sin tomar en cuenta el largo tiempo de receso de invierno, el promedio es prácticamente de una lesión por semana de trabajo. Y por torneos locales se perdieron más de 20 puntos contra rivales que al momento de enfrentarlos peleaban el descenso o los últimos lugares de la tabla. En la gran mayoría de los casos porque hubo que poner jugadores de urgencia para priorizar otra competencia, o porque hubo que improvisar posiciones debido a la falta de plantel.

Todo aquello es una lapidaria mezcla de factores que desmoraliza a cualquiera, y seríamos ciegos y necios si solamente culpamos a la mala suerte. Porque hubo considerables cuotas de negligencia que no ayudaron en nada a prevenir ciertos problemas que podían suceder. Tanto la dirigencia, como la secretaría técnica, como Gallardo y buena parte de su grupo de trabajo tienen su cuota de responsabilidad en el asunto. Y cuanto antes hay que sentarse en una mesa para hacer la autocrítica necesaria, y tomar algunas decisiones fuertes y diferentes de ahora en adelante para que esto no se vuelva a repetir en el futuro.

Porque pese a todos los obstáculos siempre voy a querer que sea el Muñeco el que pilotee nuestra nave en cada ataque de dinosaurios, y saque adelante todas las dificultades para volver a armar un equipo confiable. En noviembre jugamos contra el puntero y contra el segundo, los únicos dos invictos del torneo, y definimos el pasaje a la final de la copa. En el 95% de los partidos decisivos River estuvo a la altura durante toda esta época de glorias, y ésa es nuestra principal arma llena de garantía para creer que se puede. Ojalá que sea suficiente, y que por favor esos bichos aflojen un poco con el líquido. Ya nos mojaron demasiado.

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