Rucucu. ¿Quién dijo que el Negro no puede? Tiene derechos adquiridos. Certificados de tierra e historia riverplatense. Disipó cualquier duda sobre su ADN millonario, con la que algunos menesterosos de la memoria lo quisieron manchar. Se lo mire por donde se lo mire, se ganó con trabajo y humildad la posibilidad de continuar al frente del primer equipo. Sin ser psicólogo, le levantó la autoestima. E igual que el Negro Olmedo, nos hizo llorar de alegría cuando se le ganó a Boca con una autoridad que hacía tiempo no veíamos. Sacó al equipo de la Promoción. Obtuvo 13 puntos sobre 18. Ganó dos veces de visitante, en canchas complicadas como las de Colón y Lanús. Pero por sobre todas las cosas, dio sobradas muestras que tiene la grandeza de quien no se la cree. Que es un militante de la causa millonaria y que va a pelear por su lugar con legítimos pergaminos.
Ayer, River volvió al triunfo luego de una caída decepcionante contra el pincha. Recuperó el nivel que mostró contra Boca y el segundo tiempo contra Colón. El “negrito” entendió que, quizás, el error más grave cometido ante Estudiantes fue jugar con dos puntas para ser más ofensivo. River es River y se hace preocupante para los rivales cuando le dejan la posesión del balón. La ausencia de Ortega y de Buonanotte -el enganche que faltaba- aquella tarde le dieron la posibilidad al actual campeón del Apertura de cortar los pocos circuitos futbolísticos con que River lo podía lastimar. El negro tomó nota. Y armó contra Lanus un dispositivo absolutamente distinto. Una línea de tres con Ferrero sobrando, Maidana y Román de stoppers. Cuatro en el medio: Pereyra, Acevedo, Almeyda para relevar y Arano para ser volante o marcador según lo pida el partido. Dos enganches, con llegada: Lamela y Buonanotte y un punta como Pavone, que además de estar encendido, hizo jugar al resto.
Se vió un River compacto y dinámico. Un Pereyra explosivo, un enano desequilibrante un Román passarelliano en el salto y un tanque arriba incontenible fueron los más destacados. Junto a ellos, un técnico que entendió que hay que poseer esa capacidad de flexibilidad táctica para cambiar sobre la marcha cuando el rival es “bicho” y te tiene estudiado. No debe haber sido una semana fácil para Jota Jota. Pero si no se apuró durante 20 años para lograr el reconocimiento mayúsculo que le debemos la mayoría de los que lo vimos jugar, no lo iba a hacer ahora. Hizo mutis por el foro y se abocó a su tarea. Se trajo su carpita. Y se quedó a esperar. El sabe que está en su casa. No le quita el sueño la función. Así, casi desapercibidamente, alcanzó dos de los tres objetivos que el River de Passarella se planteó a principios de año. Lo único que no se logró fue ser campeón. Nobleza obliga, heredó un buen grupo humano y una idea conceptual afín a la identidad futbolística de River, impuesta por Cappa que no se vio reflejada en los números.
Ante su salida, asumió interinamente demostrando muchísimo sentido común. River nunca estuvo para pelear con los dos primeros. Faltaron refuerzos de jerarquía, que habrá que arrimar sí o sí para tener otras pretensiones en el 2011. Y como el negro poco tiene de “Manosanta” se puso el traje de “Chiquito Reyes”. El hombre común, maletín en mano, fiel y honesto pero susceptible a cualquier cambio de humor repentino y a “los cuernos” que saben meter los malos resultados. Los rumores sobre supuestas conversaciones con Sabella lo ubicaron rápidamente en la realidad. No está para quedarse de prepo pero sabe como nadie que la silla eléctrica de River electrocuta al técnico más pintado. Hasta “al gran dictador de Costa Bonita”, aquel inefable personaje que ridiculizaba a los integrantes de la Junta Militar del Proceso.
Está para seguir. Tiene una base interesantísima. No hay ningún técnico de cartel que pueda cambiar la historia sin jugadores de jerarquía. Se habla de Bergessio, del Cabezón, de Demichelis, de Saviolita etc. El tema es que también otros tendrán que cambiar de aire. Que el recambio se haga, ordenadamente. Sin más traumas de los que tenemos. Con políticas serias, que no comprometan más al club pero que despaciosamente lo vayan colocando en el lugar donde debe estar. No pidiendo, chapas, leche, durmiendo a la intemperie, ni seguir siendo rehén de tantos años de desamparo institucional. Como toda esa gente que se fue multiplicando en la indigencia inexplicablemente.
Nadie elige ser okupa, marginado, ni nace delincuente. Que mira el progreso de los políticos con la ñata contra el vidrio. Hay un laissez faire dirigencial que ha ido desnaturalizando el afán de progreso y el bien común. River no fue ajeno a esa realidad. Mucho menos grave, por cierto. Esto es fútbol. Pero los procesos son parecidos. Hacen falta políticas responsables, espíritu fraterno, solidaridad y recomposición de la red social. Así como padecimos guerras fratricidas en nuestro club, hoy vemos con angustia y terror el enfrentamiento de los menos pobres contra los más pobres. ¡Basta! Este país, si no perdió el tren debe recuperar su destino de grandeza. No es el país de la falta de alimentos ni de tierra. ¡Vamos todos unidos!
Perdón por la digresión, pero tampoco River puede perder su norte. Encontró un técnico que de “okupa” no tiene nada. Y aunque sea “morocho” y “mestizo” es tan hijo de inmigrantes como la mayoría de nosotros. Volvió a River para devolverle con su esfuerzo y bonhomía el rumbo que parecía haber perdido en algún momento del año.
Lo quiero en River. Lo vi jugar. Lo admiré. No es quilombero. Se sabe ubicar. “El negro puede”, igual que todos aquellos que vengan a River para engrandecerlo. Igual que todos esos zapatos rotos, pantalones heredados, remeras deshilachadas. Si hubiera un cementerio de “egos” y un montón de fábricas de oportunidades para que el “el derecho al delirio” sea de todos y no de unos pocos. Seguramente, estaríamos más concentrados en el balance positivo de este River 2010. Si casi no me dan ganas de cantar “ya se acerca nochebuena, ya se acerca navidad”. Tengo poco ánimo de joda. ¡Rucucu y Felices Fiestas!
