Para quien esto escribe, las casualidades no existen. La Selección Argentina suma derrotas y juega mal por ausencia de un proyecto futbolístico coherente. Lo mismo pasó en River en estos últimos años. Y si quiere, trasládelo al país. Es una causalidad, no una cuestión azarosa. La falta de políticas de Estado incluye las del deporte, selecciones y clubes. Sumadas a una cofradía de dirigentes venales, algunos incólumes desde la época del proceso como es el caso del presidente de la AFA, y otros que se aliaron a sus huestes en su extenso derrotero.
Así, la Argentina ha presenciado como en otros ámbitos de la cultura nacional, “la fuga de cerebros”, y hoy técnicos de una ética intachable, profesionales y serios como Bielsa, Martino, Pekerman, hasta Bianchi mismo, han tenido que emigrar o no aceptar, quedando expuestos a la “épica Maradoniana”, mito que produce una rápida fascinación y un veloz desencanto, como si fuera una trampa cazabobos.
Anoche, una Argentina desconcertada, golpeada en lo anímico como pocas selecciones, dejó en Asunción una imagen penosa. Terminó jugando “a la carga barraca” con Palermo y Schiavi como “salvadores” del naufragio en el que está subsumida. Algo que parecía inconcebible está a punto de acaecer. Pelear un repechaje o quedar directamente fuera de Sudáfrica 2010. Un bochorno, para un equipo que cuenta con excelentes individualidades y con el mejor del mundo, Messi, quien por estas horas está siendo el “chivo expiatorio” de esta situación. Se están escuchando juicios condenatorios y maliciosos como: “ese invento…”, “ese pecho frío” o “ese producto mediático que nos vendieron”, todas descalificaciones absurdas que sólo contribuyen a ver los efectos y no las causas.
La suma de improvisaciones de la Selección Argentina es tan injustificable como las del equipo de Gorosito. De allí que sea válida la analogía. La excusa de los tiempos cortos para proyectos exitosos fue derrumbada por el trabajo de Cappa, en el primer semestre
en Huracán. Se sabe que bancar un proyecto a largo plazo depende mucho de los resultados. Pero allí está Lanús, Vélez y Estudiantes que supieron sembrar y hoy recogen la cosecha. Cuando los resultados no llegaban no vendieron las joyas de la abuela ni tiraron la casa por la ventana. Supieron esperar. Y bancaron, como alguna vez se hizo con Ramón Díaz, un concepto atado a la identidad del club. No hay proyecto perdurable que no esté sustentado por una idea futbolística coherente: saber a qué se quiere jugar. Y en este maremagnum de cambios de figuritas permanente de Diego y de Pipo, los protagonistas se cargan de inseguridades y ansiedades que los llevan al fracaso irremediable.
No se puede apostar más a los vientos de cola, a los “mesiánicos”, ni a la providencia.
El fútbol argentino está en deuda con un proyecto serio que apunte a la excelencia. River ha nutrido a las selecciones con sus cracks durante muchos años y hoy da vergüenza que sólo Mascherano sea el único aval riverplatense, por referenciar a alguien que haya vestido la banda roja. Como decía al principio, no hay casualidades. Faltan proyectos y sobran “nombres”. Y en eso River y la AFA son equiparables.
Imagen: Fotobaires.
