Perdió River, sí. Duele perder, por supuesto. Pero este River, más allá del sentimiento que pueda tener cada hincha, produce algo que es común a todos: orgullo. Este River ha logrado que hasta una caída contra Boca no sea tan dolorosa. Este River hace que todos los hinchas caminen con la frente en alto. Este River representa de la mejor manera todo lo que significa River.

Desde hace una semana que se palpitaba un nuevo superclásico, el sexto mano a mano eliminatorio desde que Gallardo llegó a River. Un día antes explotó todo: 15 futbolistas contagiados de Covid-19. Se desvirtuó la situación. El Muñeco tuvo que convocar a un arquero que ni siquiera había debutado en Reserva y citar a juveniles que habían jugado el viernes para poder completar el banco de suplentes. Cualquiera pudo haber pensado que estaba todo dado para un papelón. Y fue todo lo contrario.

River jugó un partido dignísimo. Como dijo Gallardo, no hay nada para reprochar, más allá de que algunos futbolistas no hayan tenido su mejor tarde. Lo del arquerito Díaz fue espectacular y si el equipo llegó a los penales fue en gran parte por las grandes atajadas que tuvo en una tarde que nunca se olvidará. Hasta tapó un penal, a Cardona, para mantener a River con chances después de que había fallado Angileri.

Esas cosas que tiene el fútbol, justo Ponzio, tal vez el hombre que resuma la superioridad de River sobre Boca en los últimos años, fue quien falló el último penal para dejarle la clasificación servida al rival. Ya está. Mala suerte. Hay algo que nadie nos puede sacar y es el orgullo de ser hinchas de River y de sentirse identificados por este equipo que, diezmado y golpeado, ahora seguirá dando batalla en la Copa Libertadores.