¿Dónde estás Matador Kempes?… ¿Quién se guardó tu luz en las dieciocho? ¿Quién se choreó el gol? Aquel manual que escribiste en Instituto, Central, Valencia, River y la Selección. Cuando todo parecía en la previa que estaba dado para el recital del gol. Con ese equipo incisivo que se presumía era Instituto y este River entonado y “romperedes” de las últimas fechas, faltó el invitado principal. Salió cero a cero, empate mentiroso, por las situaciones y la propuesta de River, que dejó un sabor “agridulce”, porque el invicto y la punta debieron ser festejados con una victoria. Y el gol no llegó…
Este partido, que debió ser un homenaje al máximo goleador del futbol cordobés, terminó siendo casi su misma negación desde la actitud mezquina de un Instituto que nunca se animó a atacar. Está claro que éste no es aquel de Ardiles, la Vieja Beltrán y el “gordo” Kempes, pero pareció casi una irrespetuosidad apelar al golpe sistemático de Barsottini y Erpen –tardíamente expulsado- y refugiarse para meter una contra a ver si el promocionado Dybala acertaba alguna en el blanco. Por antecedentes pudo haberse apoyado en los poemas de Gagliardi, pero optó por las tortuosas precauciones del “generalísimo” Franco, la sangre de Videla, y hasta el “Coronel” que no tuvo quién le escriba un verso con rima consonante de pelota al pie.
River, sin ser una “revolución”, hizo todos los merecimientos para ligar, pero bueno: ya sabemos que a la pelotita, esa “nena caprichosa”, a veces uno le hace todos los mimos y no hay caso. No hay primavera, no hay canción, no hay poema, no hay galantería, ni caballerosidad, que alcance. Ella no quiso y punto. No hubo piel, o química, o no era el día. Y el arco, como una damisela virgen, se cerró.
A punto estuvieron el Torito y Ríos, pero los palos parecían los guardaespaldas del gol. Y ni hablar de Delfino -¡cómo dejó pegar, mamita!-, un árbitro que deja más dudas que el caso Candela. Especialmente en dos foules en el área -uno a Ríos y otro a Ocampos- que parecieron claros penales. River hizo el gasto. Trabajó en la seducción. Esa de no apurarse y buscar la llave por donde entrarle, y no lo logró. Tuvo un funcionamiento parejo, sin figuras deslumbrantes, pero cada vez más firme el equipo. Si algo le falta es esa pizca de desequilibrio individual, eso que mostró el Keko en los pocos minutos que jugó.
El gol faltó a la cita, Matador de Bell Ville. Sí. No se entiende bien por qué. Pero faltó. Y sí… vos dirás: “Esto no es matemática pura”. Quién mejor que vos sabe lo que significan esas tres letras juntas que forman el mantra de la “O”. Ese estallido del alma, ese grito orgásmico que produce la redonda trasponiendo la de cal. Sin él, se asemeja a esa ceremonia racional que es el ajedrez, a un cumpleaños sin “velitas” que soplar, a un asado sin vino. Es amor sin sexo.
Una lástima, Matador. El gol te extrañó. Y nosotros a él. Todo ese marco lo merecía. El pueblo de River invadió tus aposentos mediterráneos. Tu estadio, que explotaba. Convirtió a Córdoba en una fiesta. Estaba la gente, el fernet, la música cuartetera, el rojo y blanco de uno y otro lado metiendo color a lo pavote y a algún “culiao” se le ocurrió jugar al ajedrez antes que al futbol y nos robó el gol. Igual, válido por todo el fervor, la pasión y para quedar absolutamente inmunes ante cualquier picardía mugrienta de medio pelo que andan urdiendo la contra por allí. Lo vio el país: ¡el más grande sigue siendo River Plate!



