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El fantasma de la Opera trajo la victoria a Núñez

Sí, tarde noche de Opera en el Monumental. Se representó el "Fantasma de la Opera". Le devolvió a Caruso su condición de tenor del gol. Le devolvió a Buonanotte parte de su arte. Hizo fácil lo difícil. Y River ganó.

pablo-desimone

Sí, tarde noche de Opera en el Monumental. Se representó el “Fantasma de la Opera”. Le devolvió a Caruso su condición de tenor del gol. Le devolvió a Buonanotte parte de su arte. Hizo fácil lo difícil. Y River ganó. El derrotismo trocó en euforia en un final cargado de dramatismo. Un partido que se festejó como una final de copa, que fue un parto y que tuvo una trama con tantos matices como la novela gótica que combina romance, terror, misterio y tragedia. Sin embargo, fue una ópera triunfal. Con un protagonista excluyente: el gol. Ese que estaba escondido en las catacumbas del Monumental y tanto se negaba. Con música y argumentos decepcionantes por momentos , y por otros -los menos- con música clásica de la buena.

Tres o cuatro cuadros de la chatura inicial: primero, la falta de clima de cancha al principio, producto –quizá- del cambio de horario; Segundo, el contagio de los dos equipos, absolutamente previsibles y anodinos hasta que Caruso aprovechó un error defensivo y definió con clase; Tercero, la repetida falta de concentración en nuestra última línea (garrafal y artístico error de Ferrero) y la dificultad de aguantar un resultado favorable que devino en el empate de un equipo que solo pensó en no perder. Todo tan confuso y contradictorio como esas dos banderas leprosas: “La hinchada más popular” y “El más grande del Interior”. Gracias por la aclaración…

Un primer capítulo para el olvido. Para levantarse de la butaca y marchar del teatro. Diga que esto es River y que su gente intuye que desde el aliento algo siempre puede pasar. Y como en la ópera faltaba que “el fantasma” quisiera trabajar, sacudiera el enojo en los actores y el “duende” del fútbol bajara a escena. Se imponía abandonar los esquemas absolutamente estudiados y reiterados, esos en los que nadie rompe el libreto. Algo del mal humor del hincha habrá llegado a los camarines. Porque hubo reacción, por lo menos para devolver una partitura más dramática, que hiciera bullir la sangre.

Tres cuadros finales de la obra: primero, resucitó River con el regreso del “Enano” (¡Bienvenido!), que es más picante de tres cuartos para adelante. Le dio más oxigeno a Ferrari y River fue a buscar su renacimiento antes que se lo devore la abulia. Segundo, bajó el “fantasma”, colgado de los trapos y se cayeron los telones de la apatía. La Sívori empezó a machacar que “hay que poner más huevos” y la voz del pueblo se hizo sentir. Al punto que el segundo de Caruso lo empujamos entre todos. A partir de allí, lo gélido comenzó a entibiarse. Lamela hizo valer sus pisaditas junto al Enano y Díaz -para mi gusto el mejor- . Hasta el gladiador tiró un caño histórico sobre la raya del córner.

Lo importante fue que pusieron el partido en el campo de Newell’s. Fue lo mejor de la noche y de la obra. Sexto, alguna vez la impunidad de Schiavi fue ajusticiada y junto a Bieler vieron la roja. Ambos, sacados por los chiches de los pibes. Esos chiches que sirven para defenderse con la pelota. Séptimo, sin embargo todavía quedaban los cinco minutos finales de sensación de tragedia a la que River nos tiene acostumbrados. Un ping pong de oportunidades desaprovechadas dos veces por el Coco, dos o tres de Buonanotte y otra de Caruso. Y ellos, metiéndose con nueve hasta donde Almeyda lo permitiera. Trabando con la cabeza y el corazón, el gladiador invita a ser imitado y le pone un tinte épico a la obra.

Se representó “el Fantasma de la Opera” en una semana extremadamente cultural. Aquí, con todo el Vaticano en coro volviendo a regar de armonías la tarde noche. Y si uno piensa que Caruso hizo olvidar a Pavone, El Enano recuperó sus ganas y el que llegó temprano vio la estupenda actuación de Villalba en Reserva, es para soñar que no solo la Opera Gamier de Paris tiene catacumbas para los buenos fantasmas que dan la vida por su amor. Acá, en Núñez, el horror pasó a tener color de golpe. Contra La Lepra y los que se vengan. Para que ello ocurra, ”Vamos todos unidos… River”.

Imangen: La Página Millonaria | Guillermo Rusconi

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