Que se entienda, el pésimo arbitraje de Favale no intenta disculpar a los jugadores. River y Colón jugaron un discreto partido. Pero es ley del fútbol: “si el árbitro es el protagonista máximo… “algo huele mal en Normandía” (Hamlet). Es cierto que no se pudieron sacar ventajas claras, generaron escasísimas situaciones de peligro, pero la permisividad con que Colón golpeó hizo que cada ataque millonario concluyera en un terreno minado por la impunidad. Buonanotte y Mauro Díaz fueron los blancos de Garcé, Goux y compañía. Al primero luego de haber sido amonestado le toleró dos faltas tremendas en las que la doble amarilla ni se le cruzaron por la cabeza.
El Bichi Fuertes debió ser expulsado con roja directa. Casi al final del partido fue con plancha al pibe Orban y lo tiró fuera del terreno junto al banderín del corner. Inconcebible: no hubo ni una advertencia verbal. Los líneas no quisieron ser actores menores y así como hubo mano de Orban apenas iniciado el partido, tras centro de Fuertes (pudo haber sido interpretada casual ya que el defensor se pone de costado y se protege sin intención), del otro lado el gol anulado a Cabral sólo quien levanta la bandera y el “experimentado” comentarista Julio Ricardo vieron posición adelantada. Luego, hubo una mano de Garcé tras una doble pared Ortega-Buonanotte y en el segundo tiempo una habilitación extraordinaria del Burrito al Enano en la que fue su ultima jugada, también fue anulada incorrectamente.
Más allá de estos errores puntuales, demasiado groseros, los arbitrajes sospechosos son aquéllos que hacen que el equipo que quiere jugar sea imposibilitado de hacerlo por el faul táctico sistemático del rival que queda sin sancionar. Eso hizo Colón y allí sí Favale inclinó la balanza para el visitante.
No vale como excusa pero después de las declaraciones de entre semana del árbitro Collado donde hace referencia a dos partidos en los que le consta que hubo arreglo, los viejos fantasmas del “ayudìn” están a la orden del día. La Normandía riverplatense ya tiene demasiados enemigos íntimos con los que lidiar, sería catastrófico por estas horas sumar oscuros protagonistas externos. Es un llamado atención. A no dormirse. Los árbitros del “siga, siga” son los que son protagonistas por omisión. Ha vuelto la magia de Ortega y la envidia los puede llevar a “que el bien y el mal definan por penal”.
Imagen: Fotobaires.



