¿A qué obedece un cambio tan brusco de un martes a un domingo? ¿Por qué ese equipo corto con carácter y autoridad contra Boca fue casi su sombra contra San Lorenzo? ¿Qué pasó? ¿El equipo se relajó? ¿Hubo cansancio? ¿El rival lo estudió demasiado? ¿Ramón lo llevó a su juego? ¿No se juega cuando se quiere sino cuando se puede? O simplemente fue conformista y al final quedo entrampado en su propia impotencia.
Más allá del empate, preocupa el bajón en el volumen de juego. Hecho que aunque no lo confiese también debe haber inquietado al nuevo técnico. Mucho se había hablado de “las finales” que nos quedaban pendientes. Y la imagen de River distó mucho de estar a la altura de ese nivel de partidos. Sabido es que Jota Jota no es afecto a los numeritos tácticos. Los (4-4-2) (3-4-3) (4-3-1-2) y todas las variantes que se nos puedan ocurrir suelen ser en su opinión signos que suelen sintetizar y simplificar el análisis en vez de profundizarlo. El “Negro López” está convencido de que su equipo cuando se hace flaco y alto se torna casi inexistente. Insustancial e inconsistente. Pierde concentración, solidaridad y vuelo.
Jota Jota es amigo de hablar claro y debe haber tomado más de un apunte el domingo en el Bajo Flores. ¿En qué se transforma River cuando no puede ser un equipo corto y ancho? Estos son algunos lunares que quedaron del domingo. Se alargan las distancias, se arriesga demasiado en los pases, no se anticipa, o se llega tarde, se cambia el toque por el pelotazo. Se pierde sorpresa, todo depende de la “heroica”, de alguna patriada, o de alguna jugada fuera de contexto. Y la realidad señala que hoy por hoy el plantel de Jota Jota no cuenta con jugadores que puedan hacer diferencia individual desde lo técnico. Entonces, Carrizo decide sacarla lejos, para que algún punta la baje. Se ve obligado a no salir jugando con los laterales.
Se sabe que Ferrari juega más de lo que marca, pero en este caso nunca la recibe. La proyección es una maratón hasta el arco contrario. No una escalada peldaño a peldaño. Que tiene su explosión a partir de los tres cuartos sorprendiendo con un centro o una aparición vacía. Y si le toca marcar, los espacios, lo fulminan. Román que escala menos y marca más. Tampoco lo hace correctamente y tiene una tarde de perros. Se las ve complicadas porque los cierres son más exigentes. Porque Maidana y Ferrero a veces se chocan. Y lo ideal es que uno anticipe y el otro pase la escoba a espaldas de los cuatro.
Y es ahí donde el Pelado suele aparecer, para acomodar los tantos. Pero si los vértices de ese rombo con Ferrero sobrando se le alejan. Nunca podrá ser ni el pivot que maneja la pelota en la salida, ni el relevo que se necesita en defensa. Almeyda necesita opción de pase corto a los costados y dos laderos de ida y vuelta para no caer en la heroica. No siempre puede ser Hércules. Si el equipo está largo, Almeyda parece viejo. Acevedo más lento y pesado. Ortega se torna impreciso. Arrastra el balón más de lo debido y despacito va perdiendo justeza en el toque, la llave maestra para abrir defensas. Y no caer en el pelotazo que de arma complementaria pasa a ser excluyente.
Por eso también, a Lamela se lo vio engolosinado. No es la primera vez que le pasa cuando no encuentra receptores cercanos. Se siente aliviado cuando Pereyra le pasa por su costado izquierdo y el resto se le mueve. Allí puede aprovechar la pared falsa y meterse en diagonal con la zurdita endiablada. Y Pavone, que juega entonces al llanero solitario. Y en esa soledad, no es Pavone. Se asemeja mucho a Funes Mori en esas tardes que choca tanto.
Si se juega con un punta, suelen ocurrir dos cosas. Para que el equipo no caiga en el pelotazo, el nueve debe retrasarse y arrancar desde tres cuartos de cancha. Si es referente de área, suele morir en soledad. Salvo que se opte por ser acompañado con otro punta, que no sea el Burrito –que hoy es únicamente pausa- no potencia, definición ni peso en el área.
La realidad es que no hay recetas mágicas. Y así como en una semana el mismo equipo tuvo dos caras. Aparecen enigmas que no tienen respuestas. Lo ideal es que la disposición en el campo sea la correcta para que pueda atacar y defender en bloque. Dos partidos, con funcionamientos absolutamente contrapuestos. Ni siquiera la continuidad -tan reclamada a Cappa- parece dar resultados para que el equipo sea medianamente parejo. Es temprano para hacer balances. Pero, evidentemente, hay otras razones muy “lungas” que no tienen clara explicación futbolística para que esto suceda. Este es nuestro ciclotímico River. La desesperación, las urgencias son cada vez mayores y nadie espera. River amaga querer sacar la cabeza a flote sujetado de los pelos por su gente, pero su situación patrimonial es más compleja de lo que parece.
¿Cuánta de toda esta influencia negativa debe perturbar la estabilidad emociona del jugador y los técnicos? Esa paranoia circular, los miedos, las ansiedades, el no saber dónde esta el fondo. ¿Cómo inciden todas estas cuestiones en la mentalidad del plantel? Temas, que seguramente, Juan José López, hombre del club, no ignora. Que conoce el fútbol porque lo jugó 25 años profesionalmente y porque fue un técnico precoz. Pero no es mago. Que sabe y entiende que estos factores también juegan y mucho, a la hora de elegir el once titular, la táctica y la estrategia. Pero hay cuestiones imposibles de manejar.
Que están escondidas en el inconciente de cada uno de los actores. Achiquemos el pánico, a ver si los tiempos de ver un River ganador y en racha también se acortan. Por lo pronto ya nos regalaron un alegrón inolvidable, que no es poco. Regalémosle nosotros un poco de paciencia y el aliento de siempre. ¡Que esta hinchada no se va en el primer tiempo, esta hinchada es pasión y sentimiento!
Imagen: Federico Peretti / La Página Millonaria.



