River logró su objetivo inmediato. Ganó 2-1 ante Independiente después de casi nueve años sin hacerlo en Avellaneda y alcanzó la línea de 30 puntos para ser líder de la Superliga con Argentinos Juniors, a falta de siete fechas para el epílogo. Por lo tanto, el sueño de dar pelea hasta el final comienza a ser una realidad.
Más allá del rendimiento irregular, River pudo llevarse la victoria porque aprovechó el gran momento de Rafael Borré, autor de dos goles y máximo artillero del torneo, así como también el nivel superlativo de Milton Casco, liberado en la banda izquierda para sorprender con ese costado como punto de partida.
El colombiano abrió la cuenta mediante un cabezazo letal luego de que Casco le quitara la pelota a Leandro Fernández y abriera hacia la derecha para Gonzalo Montiel, el otro lateral-volante en un 5-3-2 flexible que pasó por un 3-5-2 e incluso un 3-1-4-2. La otra conquista de Borré fue gracias a un pase en profundidad del irregular Paulo Díaz. En el medio, River la pasó mal al principio del segundo tiempo, cuando Independiente encontró la igualdad a través de Silvio Romero.
Si bien padeció bastante la etapa final, River supo rechazar los avances locales en los momentos más críticos, con el paraguayo Robert Rojas como abanderado. Pero hubo falencias evidentes porque los volantes perdieron intensidad y tampoco supieron cuidar la pelota. Ni siquiera la entrada de Cristian Ferreira sirvió porque casi siempre equivocó las decisiones.
Además, hubo otra circunstancia bisagra que merece mención: la atajada espectacular de Franco Armani ante Silvio Romero con el pie derecho para impedir que Independiente se pusiera en ventaja a los cinco minutos del primer tiempo. Esa acción podría haber torcido totalmente el rumbo de un partido que River ganó pese a que no le sacó rédito suficiente a la expulsión de Alexander Barboza para cantar victoria sin sufrir hasta último momento.