Aimar y Saviola se volvieron a juntar en el Benfica y juntos obtuvieron el campeonato número 32 de la entidad lusitana. Pablito junto al conejo, Angel Di María y el paraguayo Cardozo fueron sus figuras más destacadas.
Volvieron a encontrarse en un equipo super ofensivo, como aquél de Ramón Díaz, que festejó en Lisboa luego de haber derrotado a Rio Ave por 2-1, con goles del delantero guaraní. Nuestro homenaje a los frutos del semillero millonario que todavía siguen dando vueltas olímpicas por el mundo.
Si fueran músicos, serían Lennon y McCartney,
uno la transgresión, otro el talento y el profesionalismo juntos.
Si fueran directores de cine serían Fellini y Spielberg,
uno la imaginación, otro la acción.
Si fueran dos héroes mitológicos, serían Ulises y Aquiles,
uno la inteligencia, el otro la invulnerabilidad.
Si fueran poetas serían Neruda y Benedetti,
uno el verso exuberante, la adjetivación, el otro el verbo combativo.
Si fueran dos actores, serían el gordo Casero y Bruce Willis,
uno la improvisación total, el otro un duro de matar.
Otras comparaciones, podrían remitirnos a Gene Kelly y Fred Astaire, a los pistoleros Jesse y James, y a los pintores Gauguin y Van Gough.
Pero juegan al fútbol, y nacieron en River. Son el Cai y la Rata, Pablito y el Conejo, o simplemente Aimar y Saviola. Forman una dupla excepcional, como alguna vez lo hicieran Labruna y Loustau, Sívori y Menéndez, Alonso y J. J., Ortega y Francescoli.
Uno es de Río Cuarto, del interior olvidado, del otro país, pero siempre juega riéndose.
El otro es del bajo Belgrano, de Excursio y de la Banda. Tiene el gesto adusto y serio, como si escondiera alguna revancha.
Ambos podrían ser dos ricoteros desangelados, dos pibes de la calle. Como tantos pibes de nuestra bendita Argentina actual. Por suerte tuvieron la fortuna de que los recibiera esa gran matriz de cracks que históricamente ha sido nuestro querido River. Hoy, estos locos bajitos, ya son dos gigantes duendes millonarios. Dos ángeles que pasaron por el Monumental para nuestra felicidad. Todavía andan de correrías por los campos más prestigiosos del Viejo Continente. Siguen desatando sonrisas entre tanta frustración cotidiana. ¿Cuánto valen esas alegrías en los tiempos que corren? Salud campeones, siempre River será vuestra casa