Fueron 28 días de una espera que casi nos desespera. Aquel 0-0 contra San Lorenzo en el Monumental había sido feo desde el juego pero mucho más amargo desde el sinsabor de la pérdida de Maximiliano Salas, quien esa noche nos preocupó a todos con su rodilla pero por suerte el diagnóstico que pintaba para muchos meses de ausencia terminó anunciando que sería uno solo como máximo.

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Pero más allá que hayan sido cuatro semanas, la espera por Maxi fue máxima. Casi que se hizo eterna. Porque su ausencia no casualmente terminó derivando en un bajón futbolístico pronunciado del equipo, que terminó atravesando una serie de Copa Libertadores caminando por la cornisa de la eliminación y que en el torneo local dejó más dudas que certezas.
Es que Salas de la noche a la mañana fue la cara más visible de un cambio de aire que necesitábamos ver desde el semestre pasado, y con su entrega y su premisa de jugar en equipo empezó a marcar el camino de un nuevo River que asomaba más esperanzador que su versión anterior. Es sumamente difícil llevar adelante un proceso de adaptación y al mismo tiempo sentirte un pilar del equipo, pero Maxi lo estaba transitando con mucha personalidad hasta el momento de la lesión.
Sobre todo porque su llegada hizo mucho ruido por todo el conflicto mediático que hubo con Racing y las miradas estaban puestas en él con ojos multiplicados. Pero el enamoramiento con el hincha fue casi que instantáneo, más aún cuando nos empezó a comprar a todos emulando el festejo del primer Salas que revolucionó el mundo River en la década de los 90.
La dupla con Driussi: una esperanza suprema
En sus primeros partidos en River, Salas debió primordialmente tapar el hueco del 9, sabiendo que Driussi arrastraba una lesión larga y que el nivel de Borja estaba por debajo de lo esperado. Pero ahora en su regreso se encuentra con un Sebastián que está igual de encendido y motivado que antes de aquella desgracia en su tobillo, y en esa dupla que puedan formar radica una enorme porción de esperanza pensando en lo que viene.
Por características pueden ser un complemento perfecto, porque ambos son capaces de generarle espacios al otro y Sebastián con este nivel le puede sacar muchísimo jugo al juego de roce y desequilibrio al que se le planta Maxi contra los defensores rivales en cada partido. El gran interrogante pasará ahora por saber cómo parará Marcelo Gallardo a la delantera, sabiendo que en su consideración Facundo Colidio también es una pieza clave. En estos casos, siempre es mejor que la calidad sobre antes que falte.
En definitiva, celebramos de todas las maneras posibles este regreso de Salas, pero River debe tener bien en claro que si aspira a pelear por grandes cosas este año no puede estar dependiendo del contagio de un jugador que llegó hace un par de meses al club que ni siquiera tuvo un pasado con la banda roja. Llegó la hora de empezar a ver más argumentos dentro de la cancha para soñar en grande, y con la presencia de Maxi esas posibilidades aumentarán de manera exponencial. Bienvenido otra vez al ruedo, Matador, te estábamos esperando con una rodilla al suelo y un dedo señalando al cielo.





