No hay sensación más angustiante en el fútbol que la de sentir que estás en un pozo total, pero que lo peor todavía te va a estar esperando a la vuelta de la esquina. Que aparecen derrotas y fracasos que deberían ser para reaccionar de una vez por todas, pero te das cuenta que al poco tiempo aparece un papelón nuevo y nunca se puede tocar fondo. Esto es River hoy por hoy y desde hace dos años completos y sostenidos, y por eso la crisis es extrema y la peor que se recuerde desde el fatídico descenso.

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En aquellos años oscuros cuanto menos se podían explicar desde la lógica algunas consecuencias, con planteles decadentes de pies a cabeza, y con cuerpos técnicos que ya desde raíz no estaban a la altura de las circunstancias. Pero lo trágico de este presente es darnos cuenta que hoy tenemos una nómina cotizada en decenas de millones de dólares, inclusive con campeones del mundo y jugadores muy importantes en las selecciones que defienden, y el plus de contar con el entrenador que más alegrías le dio a los hinchas en toda la historia, y el que más inteligencia mostró en su primer ciclo para pilotear cualquier tipo de circunstancias.
Y es justamente por todas estas razones que el desconcierto termina siendo total, porque son cachetazos recibidos uno tras otro que no se condicen con lo que realmente tendría que pasar. Porque ni siquiera estamos penando solamente que River no pueda ganar títulos o pelearlos en serio hasta el final en lo nacional o internacional, sino el hecho de sufrir derrotas irrisorias disfrazadas de verdaderos papelones todo el tiempo y de todas las maneras angustiantes que uno se pueda imaginar. No se puede seguir así. No se aguanta seguir así.
¿Qué pasará con Gallardo y su futuro?
Por estas horas el tópico más caliente del mundo River pasa por lo que ocurrirá con la continuidad de Gallardo de cara al 2026. Es innegable que el Muñeco está pasando por su momento más crítico desde que comenzó su carrera como DT, que es el primer y máximo responsable de esta situación decadente y que en su segundo ciclo ha perdido hasta el momento toda la magia y los recursos que lo llevaron a estar merecídamente en el más alto pedestal. Él mismo puso la vara más altísima de todas, y cuesta entender que hoy el gran problema no es el hecho de no llegar a una altura parecida, sino darnos cuenta que las distancias son tan lejanas y absurdas como nunca antes, con decisiones imposibles de entender todos los partidos, con cambios que empeoran el funcionamiento y con una total falta de reacción para encontrar soluciones durante los 90 minutos como antes que eso era moneda corriente.
Está muy claro que, por lo menos hasta fin de año, su permanencia no corre ningún peligro por convicción propia y porque Jorge Brito no va a tomar ninguna decisión extrema, menos a tan pocos días de dejar su cargo como presidente y sabiendo de la valoración que tiene por su trabajo como entrenador. Lo que suceda en el 2026 parece ser la gran incógnita, aunque sinceramente no lo veo renunciando a su cargo en el futuro inmediato, porque sigue confiando en que a la corta o a la larga va a revertirlo. Si pierde feo el Superclásico y además no clasifica a la Libertadores podría llegar a haber una posibilidad que sienta que ahí sí podría ser su fin de ciclo, pero hoy por hoy realmente no lo imagino fuera del club por propia voluntad.
Asimismo, tampoco veo a este equipo espantoso que hoy presenta en cancha ganando los tres partidos que vienen y clasificando por mérito propio a fase de grupos de la Libertadores. Creo que las chances pasarán más por puertas que nos abran otros, como puede suceder con Argentinos si gana Copa Argentina, Racing si gana la Libertadores, o alguno de los que está arriba en la anual ganando el Torneo Clausura, lo que abriría más cupos para el resto. Y si vamos a la cadena de merecimientos, la realidad marca que el premio de jugar la copa más importante no lo deberíamos tener, y si terminamos en la Sudamericana sería justo y de paso podría servir para que haya una reacción en serio de todo lo malo que está pasando y arrancar de cero.
Ojalá todo esto pase pero clasificando a la Libertadores también, porque nada es mejor que a River le vaya bien. Pero aunque eso suceda no se puede dejar de lado toda la desidia que han mostrado muchísimos futbolistas que no entienden el escudo que están representando, y que tienen absolutamente merecida la reprobación total del público. Salvo algunas excepciones, el grueso de ellos son enormemente responsables más allá de la falta de brújula del DT.
Y es por eso que siga o no el Muñeco necesitaremos demasiados cambios de raíz a la hora de gestionar el fútbol. Desde la política de contrataciones hasta algunas funciones o nombres propios. River en los últimos mercados de pases ha dejado de ser un club que apuesta fuerte para sacarle jugo deportivo y económico a una futura venta de ese mismo refuerzo, y se convirtió en un pagador de cifras irrisorias por futbolistas que no demostraron valer tanto de antemano y que tampoco te van a dar una capacidad de reventa inclusive para recuperar la inversión inicial.
Hacen falta nuevas voces y cargos que realmente aporten al scouting y a la toma fuerte de decisiones, y por eso quien sea electo como presidente deberá reestructurar de lleno todo lo que encierra el mundo futbolístico de la Primera División para encontrar un horizonte cercano, y apostar de lleno y de verdad a que en las Inferiores pueda estar gran parte de la solución incorporando jerarquía solamente en los puestos esenciales que sean prioritarios, y que del resto se ocupe una buena limpieza de nombres y sobre todo a la apuesta por los pibes que asoman cabeza.
Estamos dolidos e impotentes. Tenemos el corazón roto porque no vemos un equipo que nos represente ni una solución concreta a corto plazo. Sentimos que desperdiciamos de lleno la posibilidad de seguir sumando títulos en un fútbol argentino que a nivel estructura se desangra y nos daba muchas ventajas para brillar con un plantel que le debe alcanzar y sobrar para imponerse en lo local y cuanto menos para ser competitivo con las grandes potencias brasileñas en lo internacional. Nada de eso pasó, y por eso estamos quebrados por dentro. Ojalá aparezca alguna sonrisa deportiva que hoy parece inesperada antes de fin de año y podamos levantar las copas del 31 con una sensación un poco más amena y tranquilizadora, y que a partir del 2026 cambiemos de lleno estas formas que no vienen funcionando para nada.





