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Análisis: River, entre los merecimientos y los caprichos

El Más Grande fue superior a Talleres, pero volvió a boicotearse desde algunas decisiones de Gallardo. Se ven mejoras, pero también manías muy difíciles de sostener como la presencia de Simón, poner a jugadores creativos contra la raya, exigir a Enzo Pérez o a Montiel como si tuvieran batería infinita o prescindir de la posibilidad de darle minutos a futbolistas que pueden aportar algo distinto como Matías Rojas. La mala suerte o la falta de contundencia no son la explicación a todo. La conferencia de prensa terminó siendo una metáfora de lo que falta en el verde césped: respuestas.

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ANÁLISIS | River, entre los merecimientos y los caprichos
ANÁLISIS | River, entre los merecimientos y los caprichos

Uno de los alias que luce la pelota es “La Caprichosa”. Un tatuaje de henna, de esos efímeros, aplicable esencialmente a circunstancias muy específicas del juego futbolero ¿Por qué? Porque a “La Caprichosa” se la suele vestir con el trajecito de la “Mala Suerte”, o el más elegante “Falta de Contundencia”, y porque transformar esas etiquetas de recurso de bar o de charla de café en respuesta sistemática del profesionalismo de la redonda deriva solamente en excusa dañina, en un espejismo, en un autoengaño. En síntesis: en una daga que nos va hiriendo sin que nos demos cuenta, como parece que le sucediera a este River.

Si se sobredimensiona ese escenario se evapora toda posibilidad de análisis táctico y estratégico y se erosiona la identidad del deporte. Se caería en el absurdo de ignorar la aptitud de un jugador propio o rival para el gol, la calidad y frecuencia de las chances creadas, el espiritu individual y colectivo de un plantel o el nivel de un equipo a lo largo de un ciclo. Eso, el ciclo (y no un puñado de ejemplos a conveniencia) es el sistema de medición adecuado para estudiar un expediente de estas características, como el que atraviesa River.

Esa reacción, la de la instalar a la “Mala Suerte” y a su prima high society, la muchas veces exagerada “Falta de Contundencia”, como la explicación a todos los problemas, es un combo que distorsiona hacia donde debe ver el plantel en su conjunto, incluido quienes lo comandan. Si lo llevamos al campo popular, a la tribuna, a la platea, esa respuesta recurrente suele venir del lado de la defensa del personaje de turno, y es tan poco saludable como la que emerge del otro sector: el identificado con quienes rechazan al nombre en cuestión, y son incapaces de reconocer habilidades rivales para impedir conquistas, que el equipo va mejorando cosas o la presencia esporádica de la famosa Diosa Fortuna.

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Borja sigue anotando pese a no ser titular.

Borja sigue anotando pese a no ser titular.

En el juego de querer tener siempre la razón, ganan los extremos y pierde el equilibrio. Y se observa dentro y fuera del campo de juego. Más allá de lo que ofrece el equipo, River parece inmerso en un duelo interno que debería encontrar un punto de encuentro razonable. Son tan dañinos el Deportivo El Ídolo es Intocable como el Deportivo El Ídolo Solo Tuvo Suerte.

Así como está “La Caprichosa”, están los caprichos, una suerte de colección de vicios, donde una supuesta perseverancia y fe futbolera se confunden con el ego y las decisiones se alejan de la lógica y el sentido común. En este River, conviven ambas. “La Caprichosa”, que en una “racha negativa” (la conveniente unidad medida de un sector) pega en el poste y marchita una victoria, y los caprichos, esa acuarela de determinaciones y posturas que se vacían de fundamentación porque la evidencia en contra (y la cantidad de tiempo transcurrido: 41 partidos) es abrumadora. Y encima está acompañada por estadísticas contundentes y otros áreas críticas como el departamento de lesionados o el libro de pases.

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El tema no es desmentir la presencia de la “Mala Suerte” o la “Falta de Contundencia” en la vida de este River de Gallardo, sino que los caprichos ganan por buen margen. Eso es lo que debe preocupar. El tema es que la sequía no es solamente goleadora, sino de volumen de juego, respuestas e ideas. Y algo clave: “La Caprichosa” es la decoración temporal que engaña un rato. Los caprichos duelen.

El resultado de un partido es un resorte para el análisis integral, no su 100%, así que seamos justos y equilibrados sobre lo sucedido el domingo en el Monumental: River mereció ganarle a Talleres, tal como debió capturar por mereciómetro la victoria ante Barcelona. Lo superó en todos los aspectos del juego y solo el ánimo golpeado puede insinuar lo contrario. Seamos justos también a la hora de sumar factores a la opinión: controlar geografía, posesión y trámite ante sendos adversarios era una obviedad, especialmente por el comportamiento de los ecuatorianos como visitantes en el escenario continental y por tratarse de una versión del equipo cordobés repleta de ausencias y que además no le gana a casi nadie. Las dos cosas. Ni ver todo absolutamente como en un cuento de hadas en el cual hay deidaes que jamás se equivocan, ni creer este River que no cumple con las expectativas hace rato es un sinónimo del apocalipsis o el peor equipo del torneo cuando está lejos de serlo.

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HAY ASPECTOS QUE ESTÁN MEJORANDO

Particularmente, observo mejorías en algunos aspectos individuales y colectivos. Desde los nombres propios, una rebeldía sana en Mastantuono a fugarse de la asignación de wing derecho cuando las circunstancias del cotejo se lo imponen. Veo a Franco en una suerte de camino a la mayoría de edad futbolera. Cuando paramos la pelota y observamos que es el dueño del equipo de la camiseta más pesada del país con 17 años, pfff. Chapeau. También veo un reestablecimiento de condiciones óptimas en Acuña, tanto físicas como futbolísticas. Si bien no a valores de fábrica de su mejor época, sí a una producción más cercana a la expectativa de todos. Esa mejoría en el ex Sevilla es funcional a la estructura. De hecho, ayer llegó a posición de gol y sus excursiones ya no tienen como tope a la línea del área grande.

Castaño brinda la posibilidad del cambio de frente, quizás con un nivel de certeza que ninguno de sus compañeros de zona pueda ofrecer. Ante Talleres, esa virtud (que chocó contra una floja administración en corto en algunos pasajes) se patentó cuando se estableció como mediocampista central y dejó la función de interior. El colombiano pasó a tener la cancha de frente, el 100% del panorama, y su mejor herramienta está ahí, no en su cuota goleadora o profundidad. Un detalle a tener en cuenta: en apenas 5 partidos, Castaño ya fue opción como interior derecho, interior izquierdo, doble “5” y único mediocampista central. Puede parecer una virtud, pero ojo, porque si se cambia tan seguido de posición a un jugador se corre el riesgo de que no termine por asentarse en ninguna función.

Desde lo colectivo, creo que River ha crecido en la materia “cómo y cuándo recuperar la pelota”. Hasta hace algunas semanas, se pasaba de rosca y se exponía a que el rival lo vulnerara con un par de movimientos de manera más reiterada. Eso se viene dando menos. Este River no es un equipo con el soporte físico y de características adecuadas como para sostener esa voracidad de piraña full time que supo ser copyright de los mejores conjuntos de Gallardo. Enzo Pérez no es dueño de una batería confiable más allá de los 50-60 minutos, Simón no es un jugador que sepa leer el juego en asfixia al contrario, relevo y retroceso. Ninguno de los delanteros es Borré. Además, la ausencia de Montiel en favor de Bustos potenciaba ese déficit. 

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El claro inconveniente físico que arrastraba Meza (la tendinitis rotuliana puede ser crónica) desbalanceaba el otro sector y Acuña quedaba expuesto varias veces al dos contra uno. Es un buen ejercicio reconocer contextos y el “Millo” está desarrollando con mayor criterio la distancia entre líneas. A veces, es mejor recuperar 10 o 15 metros más atrás, o alternar pasajes entre pulmones a pleno y necesidad de cambiar el aire, no solo para defenderse mejor, sino para que, cuando se obtiene nuevamente el balón, haya margen de maniobra y no todo lleve a definiciones inmediatas y forzadas.

Algunos podrán decir que en el gol de Talleres eso no se vio. Primero, se trató básicamente de una situación aislada dentro de una tónica establecida y no de algo frecuente en el partido. Y segundo. desde mi punto de vista, son dos cosas diferentes. En la conquista de la “T”, Enzo Pérez dibuja una cadena de errores determinantes que llevan su firma. Nadie va a discutir su categoría, pero él, como dueño del eje, se equivoca en acercarse a una zona en la cual estaban, en una circunstancia casi excepcional, tanto Simón como Castaño. El mendocino debió entender que su rol, en ese contexto, pasaba por cuidar el círculo central y formar tríangulo con los zagueros, incluso con una leve tendencia hacia su izquierda por el corrimiento del colombiano. De lo contrario, dejaba (como dejó) al equipo tan mal parado que ni Flash llegaba con los relevos. Por la noche, una de las cadenas de televisión calculó la distancia entre los centrales, machacando sobre ellos, sin advertir que, entre ambos, debería de haber estado Enzo. Es un error individual de uno de los mejores mediocampistas de la historia de River lo que posibilitó el resto de la secuencia, sin ignorar el pequeño tributo de Depietri a Usain Bolt.

HAY CAPRICHOS INSOSTENIBLES

Sin embargo, como citamos en la apertura de la columna, los caprichos vencen a “La Caprichosa”, la “Mala Suerte” y la “Falta de Contundencia”. Si con estos lastres individuales y colectivos River coquetea con las victorias, pensemos cuánto más cerca estarían las alegrías en el caso de desterrarlos y darle continuidad a propuestas más lógicas y que potencien a los mejores recursos que tiene El Más Grande para la creación (Mastantuono) y el gol (Borja). Uno es inexplicable y es la cantidad industrial de oportunidades que recibe Simón en relación a lo que ofrece. Es un futbolista sin áreas, no solo la de enfrente. Anclemos en un breve cuestionario como si se tratara de un identikit futbolero… Simón:

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¿Tiene gol? No.

¿Llega al área rival, pero su falta de gol es un problema de definición? No.

¿Tiene pase largo? No.

¿Tiene media distancia? No.

¿Tiene pelota parada? No.

¿Tiene un motor emocional o físico que lo convierta en un imprescindible para recuperar o para la identidad del equipo? No.

¿Tiene valor como polifuncional? No. De hecho, cuando le tocó hacer las veces de lateral derecho (no es su culpa) su rendimiento fue muy pobre.

¿Es aplicado tácticamente en el retroceso? No.

¿Tiene juego aéreo a favor o en contra? No.

Entonces… ¿Cuál es el argumento para que Simón siga jugando en River? ¿Sobrevalorar su capacidad de prestamista de pases de 10 metros? ¿Esperar a un buen tramo de partido cada 20 para decir “se equivocaron”? Lo hemos dicho varias veces. Somos reiterativos, pero a veces es necesario reiterarlo.

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Otro capricho a esta altura es la zona asignada a Colidio y su distancia respecto del centrodelantero de turno. En la única jugada en la cual convivieron con Driussi a la cantidad de metros recomendada por las virtudes y estilo de ambos, se comunicaron y provocaron un mano a mano. Eso se puede dar con el rival adelantado, pero también con el adversario en bloque bajo, porque ambos cuentan entre sus herramientas con la posibilidad de tirar una pared o de destrabar con un gesto técnico en espacio reducido. Tienen esa riqueza. Alejarlos solamente los limita. La única manera de que desarrollen empatía es que estén cerca. El resto del encuentro, Colidio se exilió en un lateral, donde no solo debe superar a la marca de turno, sino convivir con:

  1. Un posible doble marcaje por presión inmediata o escalonada.
  2. El tope que le supone la raya lateral y su déficit de manejo de pierna izquierda.
  3. Estar de costado o de espalda y perder gran parte de su panorama.
  4. Distancia exagerada con sus compañeros y, muchas veces, verse obligado a tocar para atrás si ocupa el carril y Acuña no tiene por dónde escalar.

Cada pérdida convoca a una mayor desconfianza y toda la fachada técnica de Colidio con la cancha de frente deriva en una pared descascarada cuando se lo estaciona sobre un costado. Cercano al borde del área grande debería ser su límite, como ocurría con los mejores momentos de Solari (para aprovechar su relación con el gol) o lo que se impone que suceda con Subiabre. En el caso de Facundo, con mayores dudas, dado que claramente es para jugar más centralizado y toda su educación futbolera fue como “9” de juego, y su mejor imagen en la elite se observó cuando compartió zona o jugó levemente detrás de Retegui. Y en River sucedió lo mismo: siempre rindió más con otro punta cerca.

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Al fútbol se gana con goles y, mientras River no edifique un equipo con una respetable cuota goleadora de sus mediocampistas, la presencia de Borja la mayor cantidad de minutos posible deja poco espacio al debate, aún cuando ante sus vaivenes emocionales todo el Universo River se frustre. En la columna anterior citamos que sería saludable que un equipo que tiene menos goles que partidos jugados al menos se interrogue a si mismo sobre la posibilidad de jugar más para un futbolista con casi 60 goles en la institución que en lugar de intentar convertirlo sistemáticamente en lo que no es. Contexto y necesidad matan gusto y estilo. De lo contrario… capricho.

Desde mi punto de vista, la suplencia de Borja el domingo fue difícil de entender. Talleres se presentaba con Navarro, un lateral más ofensivo que defensivo, y con poca aptitud para el juego áereo como segundo marcador central. Una suerte de comodín por emergencia ante las ausencias de Catalán, Rodríguez y Portillo y con otro zaguero (Cardona) tocado en el banco. Desconozco si el scouting previo reparó en el detalle pero, de ser así, ¿cómo fue posible que River dejara en el banco al “9” con más gol, mejor juego áreo y mayor potencia física ante ese déficit del rival? Dicho sea de paso, así como remarcamos lo que nos gustó de River, no ignoremos que al club cordobés le faltaron, además de esos componentes defensivos, Botta, el otro Galarza (el que quisieron de la vereda contraria) y el brasileño Rik, autor del gol en el clásico provincial. 

¿Y SI JUNTAMOS A LOS QUE HABLAN EL MISMO IDIOMA?

La lista de caprichos sigue con guardarse cambios cuando existe la posibilidad de hacerlos y el trámite del encuentro lo demanda. O freezar a futbolistas que, aunque sea en muestras homeopáticas, han ofrecido luces en esta mediocridad. El caso más claro es Matías Rojas. Ok, no juega seguido porque se lesiona (como destacamos en el detalle del poco gol y las lesiones frecuentes de los mediocampistas en una de las primeras columnas), pero si está a disposición, ¿por qué desperdiciar a un elemento que puede gambetear, rematar de media distancia, llegar al gol u ofrecer pelota parada, o incluso ser socio de Mastantuono?

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¿Tan desequilibrado puede ser imaginar, de local, por certamen doméstico y ante rivales que no están en la elite a un mediocampo con tres componentes que nutran a Mastantuono y no lo sobrecarguen, y dos que puedan pasarle y llegar al área? ¿Por qué no se puede empezar un partido con Castaño de mediocampista central, Rojas y Meza alternando sectores como interiores y Mastantuono un poco más suelto, y rotar a medida que el desgaste se presente como condicionamiento? Y ahi, en ese momento, pensar en los “Pity” Martínez, Lencina, “Nacho” Fernández, Galoppo, Aliendro, Lanzini y Enzo Pérez para una cantidad de minutos razonable vinculada a sus actualidades en ritmo, edad, etc ¿Por qué no juntar a los que por ADN hablan un mismo idioma futbolero y tienen cierta relación con el gol? ¿Por qué, ante rivales más fuertes, no pensar en una línea de 3 barra 5 con Montiel y Acuña por afuera, Castaño con otro mixto en el eje, Mastantuono de enganche y dos puntas? 

Son alternativas que uno se pregunta, no verdades irrefutables, sino ideas que surgen a partir de los problemas de River y de las características de los jugadores. Después de 41 partidos, y de los antecedentes de 2022 sofoca que River que empecine en jugar el torneo “paralelo a los carteles de publicidad” como si los arcos estuvieran detrás de los banderines del córner. Ese manía, increíblemente, también se padeció durante un tramo importante del ciclo Demichelis.

El fútbol argentino muestra a varios equipos que están ahogándose en el capricho de inventar extremos / wines donde no los hay, solo porque la moda es jugar con ellos. De esa manera, muchos ataques son forzados anunciados y se boicotea la sorpresa y la creatividad. La cancha se abre para sorprender, no para ir todo el tiempo o para abrirla antes de tiempo. El famoso es mejor aparecer que estar. Remarcamos que River ha mejorado en sus variantes, pero abruma la cantidad de veces que se busca tempranamente a Montiel hasta fundirlo y lo citado sobre las posiciones de Colidio y Mastantuono.

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Este River de Gallardo decidió encarar la tormenta con Simón, Enzo Pérez y Castaño. Como establecimos en la columna anterior, Gallardo ya los había juntado en el último partido cuando el “Millo” necesitaba todo lo contrario. Cuesta interpretar tantos minutos para un tríangulo con un futbolista con 150 partidos y 6 goles (2 en cotejos con más de 7 goles de River), otro con 3 gritos sagrados en casi 5 años como profesional y un Enzo que no es un volante central que pueda aportar gol por pelota parada, juego aéreo, sorpresa picando vacío al área rival, media distancia, etc. De hecho, su último gol fue contra Sarmiento en agosto de 2021, hace casi 4 años. Y no, no le estamos pidiendo a Enzo ir al rescate, sino que simplemente forma parte del cuadro de situación a partir de la conformación del mediocampo. Quizás la explicación a este triángulo sea eminentemente defensiva, pero aún asi es difícil estar de acuerdo porque atenta contra las primeras necesidades del equipo.

SI LAS PREGUNTAS SON LAS MISMAS ES PORQUE FALTAN RESPUESTAS

Así como Demichelis tuvo caprichos como el off, el exceso de oportunidades para Rondón, jugar con 3 puntas cuando el equipo no daba pie con bola con ese sistema o cuando confesó públicamente que dejaba a Echeverri en cancha aún a riesgo de que se lesionara para “demostrarle a la gente” que no estaba para la Primera, Gallardo ha sido caprichoso con Lanzini, Simón, la posición de Colidio, privilegiar el ánimo de Driussi a un objteivo colectivo o suspender conferencias cuando no gana. Son diferentes formas de evidenciar lo mismo.

Algo muy importante: así como River debe rendirle pleitesía al formato del torneo, que le brinda la chance de salir campeón pese a una mediocre fase regular, tiene la obligación de atender y entender que ya se jugó el 41% de la temporada en lo que refiere a la Tabla Anual, la de la clasificación a las copas. Aunque todo es muy parejo, hoy por hoy está octavo, Boca le sacó 7 puntos, Independiente le lleva 6 y Rosario Central puede estirar su distancia a esa cantidad si vence a Platense. 

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Por una cuestión de respeto al hincha y al escudo, el DT de River no puede dudar o dejar de ir a las conferencias cada vez que el equipo no gana. Tampoco limitar la cantidad de preguntas o sugerir qué se le debe consultar. Si las preguntas son las mismas (y él tiene lo mismo para decir cada vez que el equipo no triunfa) es porque faltan respuestas. Ojalá las termine de encontrar pronto.

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