River ganó y llegó a su octava final con Gallardo

(San Juan – Enviado especial) El Millonario fue claramente superior, marcó la diferencia antes de irse al descanso y, gracias a los goles de Driussi y Alario, se impuso 2-0 sobre Gimnasia y Esgrima La Plata para acceder por primera vez en su historia a la instancia decisiva de la Copa Argentina. Así no sólo puede obtener un trofeo inédito, sino también clasificarse a la Libertadores.

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La mayor virtud de Marcelo Gallardo, independientemente del plantel de turno, fue haberle inculcado una mentalidad completamente ganadora a River. Cuando todo era incertidumbre tras la salida triunfadora de Ramón Díaz, el Muñeco redobló la apuesta. Aseguró que su deseo era potenciar a los futbolistas exitosos y lo logró con enormes creces. Ahora, sin varios protagonistas de esa base multicampeona, hay algo que permanece latente: la ambición y, sobre todo, el salto de calidad en los encuentros mano a mano. El Más Grande, a la instancia decisiva de la Copa Argentina para medirse mano a mano contra Rosario Central.

A diferencia del encuentro duro y sin espacios que se podía imaginar, River asumió la iniciativa con cierta comodidad. Fue un equipo tan ancho como profundo, en permanente movimiento. Gonzalo Martínez, Andrés D’Alessandro e Ignacio Fernández rotaron siempre, quitándole referencias a un Gimnasia compacto (4-1-4-1), pero sin la presión asfixiante que necesitaba para evitar que el conjunto de Núñez pudiera pensar. Lejos de apelar a la paciencia para hallar los espacios, aceleró desde el inicio mismo para buscar la ventaja rápida que derrumbara como un yenga el plan de Gustavo Alfaro.

River asumió la iniciativa desde el arranque

Si bien es cierto que River no pudo conseguir ese objetivo, pese a que D’Alessandro hizo que Alexis Martín Arias se luciera, ejerció un dominio nítido frente a un adversario dispuesto a emplear el contragolpe y la pelota parada. Ninguno de ambos recursos fue suficiente, amén de una atajada clave de Augusto Batalla cuando Ramiro Carrera apareció mano a mano. El Millonario movió de un lado al otro a Gimnasia hasta que Nacho envió un centro desde la derecha para que Sebastián Driussi -de mucha inteligencia para estar desmarcado toda la noche- abriera la cuenta, ratificando una vez más que lo suyo no se trata de una simple racha goleadora.

Cuatro minutos después, a los 43, River estiró la distancia y liquidó de manera anticipada su clasificación, debido a que el Pity, desde la banda izquierda, le acertó a la cabeza implacable de Lucas Alario. El 2-0 alcanzó para irse en paz al descanso, sabiendo que en la misma sintonía el asunto estaría sellado durante la segunda etapa. Y fue así porque El Más Grande sostuvo su protagonismo mientras que el Lobo pasaba al rol futbolístico de caperucita roja para depender de que el equipo de Gallardo se equivocara. Jamás sucedió en zonas difíciles. Batalla y la defensa mostraron solidez, los volantes fueron solidarios y los delanteros fueron tan peligrosos como insoportables para impedir la salida fácil.

Gimnasia dependió siempre de un error contrario

River ganó, gustó e incluso podría haber goleado. Fue ampliamente superior, con velocidad donde correspondía, agresividad en cada sector e inteligencia para administrar la pelota con la precisión justa. Doblegó a un rival que registraba tres caídas en sus 16 actuaciones anteriores. El Millonario está en una nueva final. La octava oficial con el Muñeco como DT entre torneos locales e internacionales. A esta altura de ninguna manera causa sorpresa. River volvió a ser River hace dos años y medio. Genera respeto y temor. Sabe disputar instancias decisivas y ahora deberá vencer a Rosario Central para levantar la Copa Argentina. Si lo consigue, entrará a la Libertadores 2017.

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