“Si no sos optimista, no vale la pena vivir”. La frase la leí hace cuatro días, en un libro. No me gusta escribir en primera persona, me resulta incómodo. Pero dadas las circunstancias, me tomo esa licencia porque como hincha es inevitable hablar sobre el desafío que River tiene hoy. Tan difícil es que cuesta derrochar optimismo, pero hay que tener una cuota de esperanza. ¿Por qué no ser optimistas? ¿Por qué resignarse cuando hay 90 minutos por delante en el Monumental?

Obviamente no se puede ser terco, la realidad indica que el panorama es complicado. Hay que ganar 3-0 para forzar una definición por penales o 4-0 en el caso de buscar la clasificación sin pasar por semejante cóctel de nervios. Aunque lo más preocupante es saber que un gol visitante obligará a que nuestro querido River tenga que ganar 5-1. Suena inviable en cuartos de final de la Copa Libertadores. Aun así, hay que tener optimismo, la naturaleza misma lo pide porque, siendo crudos, sabemos que todos tenemos un último capítulo en común y no por eso dejamos de disfrutar mientras tanto.

¿A qué le podemos tener miedo los hinchas de River? Con todo lo que sufrimos, por razones que no es necesario mencionar, a nada. Miedo a nada. El peor escenario es quedar afuera y pensar en la próxima Libertadores, nada más. No existe otro motivo para hacerse mala sangre. Y si es así, ahí estaremos nuevamente ilusionados. Pero no, primero está la revancha de hoy. Y el fútbol, se sabe, siempre da revancha. Es el juego más lindo del mundo, es la pasión que más nos moviliza. Sobran muestras de hazañas propias y ajenas. Sin ir más lejos, el triunfo en Belo Horizonte. Revisando la historia, por no decir recuerdos de la infancia, un 3-3 en un Superclásico, tras estar tres tantos abajo. Y si es necesario aferrarse a milagros de otros, basta con ver el video de Barcelona 6- París Saint Germain 1.

Por supuesto que no se trata de entrar en el siempre polémico terreno de las comparaciones, aunque sí se puede hablar de situaciones. Sin Lucas Alario ni Sebastián Driussi, River perdió una catarata de goles. Tampoco están Rodrigo Mora, Marcelo Larrondo, Lucas Martínez Quarta, Camilo Mayada ni Arturo Mina, autores de goles en fases anteriores. Cuesta ser optimista, sí, pero el efecto contagio también se multiplica hora tras hora, minuto tras minuto porque de algo estamos seguros: pase lo que pase, River va a dejar todo en la cancha. Y como avisó Marcelo Gallardo, el principal responsable de que nuestras esperanzas sigan latentes, el equipo va a estar cerca. Sabemos que es capaz de poner en jaque a este buen equipo que es Jorge Wilstermann.

Faltan pocas horas, se viene la revancha. Ya queremos estar en el Monumental. La ansiedad nos consume, queremos ver a un River con respuestas a semejante desafío. Y aunque el razonamiento nos lleve a pensar que es muy difícil lograr la hazaña en esta instancia y sabiendo que un gol rival elevará aún más la vara, nos aferramos al entusiasmo. “Si nos optimista, no vale la pena vivir”. Somos hinchas del Más Grande, el que siempre se levanta, nada mejor para resumir por qué hay que tener fe hoy.

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