Fernández marcó un golazo de taco y dio la asistencias para dos de los tres tantos restantes de River. Lúcido, apareció por diferentes sectores para desorientar a los rivales y conducir el circuito ofensivo del equipo.
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Cuesta definir la posición natural de Ignacio Fernández. Si bien le confesó a La Página Millonaria que su zona original era como volante por izquierda, la realidad indica que su función es de un amplio repertorio desde que llegó a Núñez. Aunque el punto de partida es por el centro, puede retroceder para ayudar en la salida o marcar. Pero también sorprende por los costados o cerca del área para lastimar.
Esta noche, Nacho la rompió. Tuvo una actuación descomunal. Jugó e hizo jugar. Desconcertó por completo a la defensa de Melgar. Manejó los hilos de la mayoría de los avances del Millonario con mucha lucidez, sabiendo cuándo convenía acelerar y en qué momentos era necesaria la pausa para rearmar cada ataque. Distribuyó en corto y también en largo. Entendió todo.
Autor del 1-1 parcial mediante un taco dentro del área chica, tras un desborde inesperado de Lucas Martínez Quarta, Fernández no se conformó y fue por más. Es que en una auténtica devolución de gentilezas bajó de cabeza la pelota para el gol del marcador central juvenil y en la segunda parte asistió a Sebastián Driussi en el 4-2 definitivo. Clave en el funcionamiento colectivo, el volante fue la figura de River.
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