River supo mantener a lo largo de sus 121 años de vida una sana costumbre: que los ídolos del club puedan depsedirse por la puerta grande. Es cierto que durante mucho tiempo no existió la figura del “partido homenaje” y que el gran precursor de esta clase de espectáculos fue Norberto Osvaldo Alonso, justamente un día como hoy, pero en 1987.
El Beto le dijo adiós al fútbol profesional luego de vencer al Steaua de Bucarest en Japón y coronarse campeón de la Copa Intercontinental. En su última función como futbolista, fue el protagonista de esa “avivada” para sacar un tiro libre rápido y dejar a Antonio Alzamendi mano a mano con el arquero rival. Fue la última pincelada del crack de River dentro de un campo de juego.
Luego de aquella final, hubo que esperar seis meses para volver a disfrutarlo con la banda roja en el pecho y en un estadio Monumental repleto, en el que no cabía un alfiler. Más de 80 mil almas se congregaron en el Templo de Núñez aquel 13 de junio de 1987 para disfrutar de la magia del Beto por última vez. Con un clima de final, el 10 fue recibido por miles de rollitos de papel que cayeron desde las tribunas y de inmediato lo invadió la emoción: “Fue el único partido en el que me temblaron las piernas. Ver el estadio colmado cuando salí del túnel fue algo impresionante”, reconoció tiempo después el propio Alonso.
Los 80 mil hinchas que coparon el estadio Monumental disfrutaron, además de la despedida del Beto, de un partido de fútbol con muchas estrellas y algunos ex River que ya jugaban en Europa. Es el caso de Ramón Díaz, que vistió la camiseta del “Equipo de las Estrellas” y anotó un gol muy celebrado por los fanáticos del Más Grande. Por otro lado, Enzo Francescoli jugó para el combinado de River y marcó el tanto del empate.
A falta de cinco minutos, cuando ganaba el cansancio y el partido ofrecía pocas emociones, el Beto tuvo la grandeza de pedir el balón, darle un beso y empezar a recorrer la vieja pista de atletismo para abrazarse con todos los hinchas millonarios. El “Alooooonso, Aloooooonso” bajó desde las cuatro tribunas por última vez. “Los quiero muhco”; fue la frase final que sonó en los altoparlantes del Monumental. Fue el adiós de un pedazo enorme de la historia de River.