El 3 de julio del 2005 cerrábamos el Clausura de ese año contra Huracán de Tres Arroyos, en el Monumental. Esa tarde era el último partido de un pibe que nos había deslumbrado desde antes de debutar en primera. “Olé olé, olé olé olá, a Mascherano nunca lo vamo´ a olvidar” fue el grito unánime que bajó desde los cuatro costados del más hermoso templo del fútbol.

Pasaron los años y lo vimos brillar como lo esperábamos, formando parte quizás del mejor equipo de la historia y siendo el emblema máximo durante mucho tiempo de la Selección. Su momento cumbre fue en Brasil 2014, donde a todos los hinchas de River nos llenó plenamente de orgullo. Porque Mascherano fue, es y será un 5 a la medida de nuestro club.

Nunca creí, menos aún después de aquella ovación tan maravillosa transcurrida hace casi 12 años, que algún día ese gurrumín de rulos y un corazón impresionante para jugar a la pelota iba a terminar en el banquillo de los acusados por parte de alguien o algo relacionado a River.

Las vueltas de la vida lo volvieron a cruzar con la banda roja en Japón, pero esta vez para enfrentarnos. Y esa final marcó el quiebre que lo llevó a juicio. Porque todos esperábamos mínimamente una levantada de manos a esas más de 20000 almas de la tribuna. Pero nunca llegó nada. Y quizás también nos molestó un poco el entusiasmo con el que festejó alguno de los goles de Barcelona, con todas nuestras miradas encima y la enorme tristeza por el resultado. Aquel domingo el respeto que esperábamos de él lo terminamos teniendo del lado de Messi, y realmente ese cúmulo de escenas fue muy fuerte para asimilar.

Por eso entiendo la postura de los fiscales del caso, y comparto que tuvo una actitud muy poco feliz. Fue una evidente falla de Masche. Tan clara como impensada. Tan impensada como dolorosa. Desde ese lado suena lógico y más que entendible un cierto repudio o calentura, aunque de más está decir que jamás justificaría al imbécil que lo escupió en el aeropuerto.

De todas maneras todavía elijo pararme firme en la vereda de los abogados. Porque creo que fue un error remediable, y no uno imperdonable. Porque, si bien me molestó y esperaba otra cosa, nunca llegué al límite de dudar de su cariño y agradecimiento para con River. Y porque estoy convencido que, si dentro de poco vuelve y juega como él sabe, las heridas irán sanando y esos malos recuerdos quedarán en un segundo plano.

Ver su apellido en la lista de invitados a la despedida de Cavenaghi me sacó una sonrisa. Va a ser una oportunidad espectacular para retomar el contacto y mostrarnos otro espíritu mucho más cercano y sonriente. Y si eso sucede estoy seguro que se habrá dado el primer paso firme para empezar a tratar de revertir la historia con aquellos que hoy hierven con razón, llenos de enojo y decepción. Ojalá que el Monumental en julio empiece a curar todas esas heridas.

Hace algunos días, después de meter su primer gol en Barcelona, se empezó a hablar de que quizás podía ser su despedida de España. Y como siempre circularon los rumores de un posible regreso, más aún cuando aparecieron fotos de Enzo charlando con él. Pero más allá de esta historia y de todo lo que pasó en Yokohama, cada vez más difícil que vuelva a vestir el manto sagrado, porque parece estar muy pegado a su vida en Europa.

Pero yo no me resigno a la idea de verlo nuevamente con la de River. Con ese panorama y lectura de anticipo increíble. Con esa capacidad de relevar a todo el mundo. Con esa magia quirúrgica para barrerse y conseguir esos quites espectaculares. Eso sí, tiene que ser pronto, porque el tiempo pasa para todos.

+ OPINIÔN: El Factor D