Qué feo se ve el mundo cuando pierde River. Ni hablar cuando pierde así, humillado por un rival que venía de tres derrotas al hilo por goleada. Cuando suceden estas cosas generalmente nos peleamos entre nosotros. La solución es ésta. No, es aquella. El culpable es éste. No, es aquel otro. Somos un desastre. No tenés memoria. Que se vayan todos. Amargo. Ciclo cumplido para varios jugadores. En las buenas y en las malas, forro. Ciclo cumplido para Gallardo. Hijo de puta.

Bueno, convengamos todos, sin lugar a ninguna discusión, que si algún hincha, así sea uno solo, cuestionó la continuidad de Gallardo, ese tipo efectivamente es un hijo de puta. O un ignorante. Después, todo se puede charlar. Cuando pierde River uno siente que debe tomar una postura al respecto. Están los que deciden que es momento para insultar, otros creen que es tiempo de criticar lo que evidentemente se hace mal, están los que sienten pudor por criticar después de un par de años inolvidables, y luego aparecen los que directamente putean al que dice que River fue un desastre incluso después de que el propio entrenador dijera que fue un desastre, en otras palabras. “No tenés memoria”, “sos un desagradecido”, “hay que estar en las malas”. Generalmente, cada una de esas frases, las más trilladas, van acompañadas de un “eh, puto”.

Otros usan la exigencia como una especie de lema solemne de sibarita que suena poco creíble: ganamos la Copa pero la tendríamos que haber ganado mejor, esto es la triple ge, todos los equipos de River tienen que ser la Máquina, si no no sirven. Y otros se creen graciosos burlándose de otra gente con un nivel de exigencia un poco más modesto, como el que pretende que River juegue a algo, dos o tres pases seguidos, alguna jugadita. Qué sé yo, maestro, nos hicieron tres goles en medio minuto y vos te reís de que hay gente que no lo tolera demasiado. En fin. Mis favoritos son los que dicen “bien que festejaste cuando ganamos la Copa, eh, y ahora te hacés el crítico, puto”. Ganar la Copa estuvo buenísimo, se festejó, claro que se festejó, pero ya se ha escrito en este espacio alguna vez: el agradecimiento va en una vereda paralela a la de la exigencia. O al menos en este club, y lo digo sin caer en la solemnidad del gen de River y Angelito y todas esas cosas que son irrepetibles. Pero convengamos que si sos hincha de Flandria y ganás el Mundial de Clubes, probablemente sea más entendible suprimir cualquier tipo de crítica posterior (principalmente porque seguro estarías muerto), así el equipo saliese a jugar todos los partidos borracho, perdiera treinta y cuatro a cero cada fin de semana y los jugadores mismos putearan y agredieran y hasta mearan porque sí, porque están borrachos, a los hinchas. River, a mí me enseñaron de chico, es otra cosa. Será inolvidable lo que nos dieron algunos de los jugadores de este equipo (al menos la mitad del campeón ya no está, con lo cual el campeón ya no está sino algunos componentes sueltos) y el propio Gallardo, y lo vamos a agradecer siempre. Pero eso no quiere decir que uno no pueda apreciar y remarcar que hoy River está muy lejos de encontrar un funcionamiento. Que hay jugadores que “no se adaptaron” y que evidentemente, a esta altura del asunto, parece difícil que puedan adaptarse alguna vez. Que los reemplazos de los que se fueron, a excepción de Alario, no están a la altura. Que falta recambio atrás como para improvisar una defensa con Ponzio de central. Y que adelante hay unos cincuenta jugadores que juegan de muchas cosas y -por ende- de nada al mismo tiempo. Que River viene de hacer un segundo semestre de 2015 post Copa muy pobre, paupérrimo, que quedó matizado por la sonrisa inmediata y el orgullo de tener el Mundial de Clubes por delante y la Copa Libertadores por detrás. Y que a esta altura el equipo no aparece. Y el primero que lo sabe es Gallardo. Gallardo no cree que la exigencia y el agradecimiento vayan de la mano, que una cosa anule la otra, porque si así lo creyera, muchachos, ya no estaría en River. Gallardo es el primero que mira hacia adelante en lugar de mirar hacia atrás. Y así como es ridículo no criticar a nadie cuando las cosas se hacen mal por mero agradecimiento a lo que pasó un año atrás, también lo es no confiar en este técnico para sacar al equipo adelante. Vamos, Muñeco.

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