Más allá de la victoria por penales ante Independiente Rivadavia, el Millonario se repitió en centros y varias falencias quedaron al desnudo frente a un equipo de una categoría inferior. Tras el 1-1 durante el tiempo reglamentaria, la historia se resolvió en la serie desde los doce pasos.

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River está en deuda desde el punto de vista futbolístico. Entre la Supercopa Argentina frente a Lanús y los siete amistosos del verano, el rendimiento general estuvo por debajo de las expectativas. Porque si bien es cierto que la etapa de preparación apunta al funcionamiento a futuro, hubo momentos flojos que exceden cualquier tipo de tolerancia relacionada al proceso de crecimiento colectivo e individual.

Aunque River fue superior a Independiente Rivadavia, apenas rescató una igualdad durante el tiempo reglamentario. El conjunto de Núñez generó algunas situaciones claras de gol, pero careció de contundencia en los metros finales, quedó abajo en el marcador y recién con un hombre más pudo ejercer un dominio de mayor nitidez. Se repitió en centros. En lugar de ser un recurso, fueron el arma principal.

Cuando el rival se cierra y conoce cómo neutralizar a River, aprovechando al máximo sus virtudes y maquillando defectos, es difícil llegar con claridad al área. Generalmente existe un frontón en la zona de la medialuna, poco espacio para filtrar la pelota o apostar al hombre contra hombre, sabiendo que la marca siguiente será inmediata. Entonces, los envíos al área desde los costados son moneda corriente. En esta ocasión, no fue así. La Lepra, pese a ser inferior, buscó jugar de igual a igual y concedió espacios.

Por lo tanto, la imagen de River fue pobre. Aclarado que fue superior y mereció ganar antes de ir a la serie de penales, ofreció pocos argumentos. Amén de la pelota parada, apeló a 17 centros en acciones de juego. Como si fuera poco, tan sólo conectó dos de ellos. Ocho terminaron rechazados y, peor aún, siete fueron pasados. El remate de media distancia fue un recurso extraordinaria, mientras que la jugada hilvanada causó riesgo cuando tuvo éxito en algunos mano a mano que tapó el arquero Cristian Aracena.

En ese contexto, Gonzalo Martínez alternó aciertos con errores. Inquietó siempre, pero en diferentes ocasiones falló en los envíos laterales. Lo mejor de River fue la salida limpia desde abajo, con variantes, movimientos y paciencia para que el balón circulara. Insuficiente para lastimar a un Independiente Rivadavia que sí aprovechó un desborde de Julián Navas que el peligroso Sergio Sosa transformó en gol.

Como el delantero fue expulsado por doble amonestación, al igual que le ocurrió una semana atrás a Emanuel Dening, River se vio beneficiado. Marcelo Gallardo rompió el 4-4-2, relegando a Jonatan Maidana para que entrara Marcelo Larrondo. El atacante, luego de un tiro de esquina ejecutado por el Pity -lo consiguió mediante un remate que exigió al arquero- bajó la pelota para que otro ingresado, Carlos Auzqui, resolviera dentro del área chica y alcanzara el 1-1, mucho más acorde al desarrollo.

River sostuvo la intensidad, profundizó con mayor frecuencia y estuvo cerca de ganar. Le faltó precisión para ser contundente en los últimos metros. Únicamente se lució a través de pequeñas sociedades. Sin embargo, la definición por penales fue exitosa porque Ignacio Fernández, Leonardo Ponzio, Auzqui, Rodrigo Mora y Larrondo acertaron desde los doce pasos y Augusto Batalla detuvo el tiro inicial de Hernán Encina. Así, el Millonario se impuso 5-3 en Mendoza, donde su fútbol quedó en deuda.

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