Al Millo le costaba mucho llegarle a Atlético de Rafaela, hasta que apareció el Cabezón. El 22 fabricó un tiro libre en la puerta del arco y se encargó en cambiarlo por gol tras un desvío en la barrera.
Un partido cerrado como el de esta noche en el Monumental solo se podría abrir de esta forma. River jugaba mal, sin volumen de juego, sin asociaciones entre los de arriba y sin profundidad. Y en un escenario semejante, la pelota parada era una arma muy seductora como para dejarla pasar de largo
El que la aprovechó al máximo fue Andrés D’Alessandro. El Cabezón, que había ingresado desde el banco en lugar de Andrade, generó el mismo la infracción a metros del área rival. La acarició con la zurda, y aunque su remate no fue el mejor, se vio favorecido por el desvío en la barrera. Algo de suerte, es verdad. Poco importó. River ganó con este tanto y eso es lo que cuenta.
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