Pasaron dos mercados de pases. Una pretemporada y ya casi nueve meses de trabajo. 33 partidos. Llegaron refuerzos de renombre, pedidos por el DT, y hubo una importante limpieza en el plantel. Pero Marcelo Gallardo no le encuentra la vuelta a un River que suma frustración tras frustración y que, cómo él mismo advierte, no representa al hincha.

Hay futbolistas que hace tiempo vienen demostrando que, sin desconocer su calidad, quizás no estén aptos para jugar con el Manto Sagrado. No es para cualquiera vestir esta camiseta, y se requiere, además de jugar bien, carácter y personalidad, sobre todo en momentos adversos como el que se vive en Núñez.

Es cierto que la responsabilidad de Gallardo llega hasta que suena el silbato inicial y los futbolistas deciden mal con la pelota en los pies. Tan cierto como que MG es responsable de darle forma e identidad a un equipo. Y es ahí donde está fallando, insistiendo con apellidos que no le responden ni le dan soluciones.

“Una parte del trabajo la hacemos bien porque nos hacen pocos goles“, dijo tras la derrota con Talleres. En la defensa es en donde menos dudas hay, a excepción del lateral izquierdo, donde ni Acuña ni Casco terminan de ganarse el puesto. Todo lo contrario al derecho, donde Montiel no solo es dueño del puesto, sino que es uno de los únicos rescatables de River.

Los jugadores que no rinden pero Gallardo no saca

En el medio arrancan los problemas. Gallardo prueba nombres, características, posiciones y funciones pero no resuelve el déficit principal: la generación de juego. El Millonario toca de lado a lado con pases intrascendentes que no rompen ni lastiman. Aún si la pierden o deciden mal, Pity Martínez y Mastantuono son los únicos que intentan algo distinto. Atrás de ellos aparecen cuatro futbolistas que empiezan a colmar la paciencia del hincha: Simón, Enzo Pérez, Meza y Lanzini.

Se salvan pocos de este mal momento de River.

Nadie duda de la técnica de Simón, de la idolatría y liderazgo de Enzo y de la carrera de Lanzini. Pero el oriundo de José C. Paz a veces parece jugar con displicencia. El mendocino, ídolo, lamentablemente no está para ser el 5 de River: sus 39 años y la falta de un funcionamiento aceitado le pasan factura. Por eso se espera con ansias el arribo de Kevin Castaño, quien de todos modos es una incógnita hasta que llegue y entre a la cancha.

El 10 había levantado su nivel, pero entró en el bajón del equipo, y con el penal errado ante Talleres agotó la paciencia de los hinchas que esperan ver al jugador de Selección hace ya casi dos años. Lo de Meza es preocupante: juega a una marcha menos, no se saca un rival de encima, pierde muchas pelotas y más allá de colaborar con la recuperación, no recupera. Ni Galoppo ni Aliendro y mucho menos Nacho Fernández hoy son solución. Arriba, fastidia la irregularidad de Colidio y la actitud de Borja. Todavía se esper por Driussi, el segundo refuerzo más caro de la historia de River.

Los de adentro no salen porque los de afuera no hacen méritos para entrar. ¿Y los pibes? Evidentemente todavía no están para jugar. No se puede esperar otro mercado de pases, Gallardo tiene que empezar a encontrar respuestas con lo que tiene, que no es poco. Y los futbolistas, bajarse del pedestal y darse cuenta la camiseta que tienen puesta.