Olvidable noche de River en Paraguay. Una imagen que nos asusta y preocupa a todos. Créanme que estoy con el mismo sentimiento de ustedes y contando hasta 10 para ser correcto y profesional en lo que pretendo expresar y no me gane la calentura. Sería muy fácil recurrir a las frases comunes y demagógicas. Decir en modo indignado que se le faltó el respeto a la gente que hizo un esfuerzo enorme para viajar hasta allá y a los millones que se quedaron viéndolo por TV. Afirmar que este o aquel deben irse mañana mismo. Todas esas bombas que seguramente muchos pretenden leer, a mí no me nacen.
Me gusta ser crítico con argumentos y no con el único fin oportunista de destruir todo. Podría hacerlo y sería muy fácil, pero no es mi estilo. De eso se encargarán aquellos agazapados que esperan ver mal a River para pegarle en canena Nacional. Hay mucho fuego enemigo disfrazado de neutral allá afuera, disfrutando de momentos como este y obligándome a veces a tener que adoptar una postura de defensa para así calmar las cosas y no darles ese plato servido que ellos tanto desean saborear.
Decepcionado
Eso no quita que estoy muy decepcionado con este River. Nada deseo más que escribir sobre triunfos y no derrotas. Y hoy toca hacerlo sobre una de esas que golpean fuerte. Lo primero que me sale decir es… ¡Qué lejos esta el equipo de cumplir aquellas expectativas generadas a principio de año! En menos de dos meses de competencia ya estamos obligados a reflexionar y preguntarnos hacia dónde va River. Una vez más, no estuvo a la altura. Y lo que hoy sentimos no tiene que ver con ganar o perder esta copita insignificante para la historia de esta institución y del fútbol argentino. Ganar este trofeo solo inventado para el negocio de alguno no hubiese sido un logro relevante para la temporada 2025. Este año que transitamos nos obliga a pensar en objetivos más grandes, verdaderos e importantes. ¿La derrota molesta y enoja? Por supuesto. Nunca nos gusta perder a nada, pero la preocupación real tiene que pasar por otro lado: lo futbolístico.
Sin pasión
Este equipo desmejora partido a partido. No funciona y no se ven síntomas de reacción en lo inmediato. Es un grupo de jugadores que viene fallando permanentemente. Que dejan en la gente esa triste sensación de no defender como se debe a esta prestigiosa camiseta. River es inofensivo. Lento. Previsible. No incomoda a sus rivales. Se entrega fácilmente ante la adversidad. Quizás suene duro, pero frente a Talleres pareció jugar sin pasión. No hay intensidad ni agresividad. Se ven cabezas gachas y piernas pesadas. Es alarmante la falta de rebeldía. De orgullo. De compensar esa carencia de juego con un poco de ganas y empuje. No hay respuestas individuales en este plantel. Son muy pocos los que salen bien parados de este momento y son muchos los que siguen dejando esa sensación de no estar para jugar en este club. Es alarmante lo que vemos. Pases fáciles mal dados, sin decisión con la pelota, sin asumir ese compromiso en una maniobra individual. No hay algo distintivo. Una acción diferente. La jugada que aplaudir. El hombre al que dársela para que resuelva. Pocos arriesgan. Nadie encara. El único recurso ofensivo termina siendo tirar un centro desde cualquier lado y ver qué pasa. Es evidente la falta de confianza. De afuera parece que ningún jugador millonario confía en sus propias condiciones para inventar algo que rompa el molde.

Manuel Lanzini, uno de los más apuntados por los hinchas de River.
Más jugadores como Montiel
No hay ADN River en este River y eso es muy grave. Hay apellidos que hace rato no rinden y ya es difícil de imaginar que eso pueda suceder en algún momento. Nos duele porque muchos de ellos supieron rendir y darnos alegrías. Igualmente, lo mas angustiante es ver a aquellos en los que sí confiamos y todavía creemos en la misma sintonía de los otros. Hay jugadores apagados. Que miran y juegan al trotecito. Que no hacen ni sombra para marcar. Que transitan la cancha sin dinámica ni movilidad. Que piden la pelota al pie y en zonas donde hay espacios. Dar nombres propios en un momento de tanta bronca no parece ser necesario. Todos sabemos y tenemos muy claro quiénes son los que van agotando su crédito semana a semana. Es urgente el cambio de chip individual. De lo contrario, el año se irá poniendo oscuro. La bandera a seguir es Gonzalo Montiel. El único jugador que hoy muestra ese ímpetu necesario para sacudir la modorra que genera River. Es 4 pero arranca de 8 y termina de 7. La pide y se muestra siempre. Pisa el área. Traba. Intenta asociarse. Aparece por el medio y hasta a veces por izquierda. Grita y se enoja. Puede fallar insólitamente el penal como le sucedió ayer y tener mejores o peores tardes, pero siempre juega con el corazón. Se necesitan con urgencia mas jugadores como él. Es la única manera de salir de esta etapa llena de apatía.

Gonzalo Montiel, un referente de River.
El River modelo 2025 no arranca
River parece un equipo gastado. Sin frescura. Con la obligación en muchos partidos de hacer cambios por lesiones y otros por un evidente cansancio. Sobre el cierre de 2024 se hablaba de la necesidad de terminar el año lo más pronto posible, tener descanso y arrancar con la pretemporada correcta y exigente que le permita tener al plantel ese plus en lo físico. Eso sucedió. Se hizo el trabajo planificado pero los cambios no se notan. Toda la expectativa de renovación de mentalidad y condición física se va deshilachando con el correr de las fechas. El River modelo 2025 tiene los mismos vicios que le reprochamos al de 2024. Lo que presenciamos ahora es una continuidad de lo anterior. Y el acumulado es lo que más exaspera.
Responsabilidades
Hacemos mucho enfoque en los jugadores, que son quienes ganan o pierden los partidos pero hay otra pregunta que se impone también: ¿Cuál es la responsabilidad de Marcelo Gallardo en este momento? Parece ser mucha. Si ese grupo de jugadores apuntados siguen saliendo a la cancha y jugando tan seguido es por decisión suya. Culparlo de la derrota por penales con Talleres no creo que corresponda. Si no hay jerarquía o templanza para convertir un penal en jugadores de tanta experiencia poco tiene que ver el DT. Y esto no pasó solo ayer. Con la definición de Paraguay ya son siete (¡siete!) las series perdidas de manera consecutiva y un dato mas: de las últimas 16 ejecuciones, solo seis fueron goles. Esta vez, que a nadie se le ocurra señalar con el dedo a Franco Armani, quien hizo lo imposible para sostener el resultado mientras sus compañeros despilfarraban increíblemente un penal tras otro. Gracias al arquero, River tuvo la final ganada dos veces en los pies de Facundo Colidio y Manuel Lanzini, pero sus disparos fueron un verdadero espanto. Por eso repito convencido: la copa no se pierde por el entrenador. Dicho esto, el Muñeco debe darse cuenta de que esto así no va. Que de esta manera la cosa no camina. Que hay que encontrar el sistema adecuado y los intérpretes correctos para ser un equipo protagonista y ganador. Que se necesita ese DT de intuición afilada y decisiones firmes para cambiar a tiempo lo que no funciona. Gallardo no puede dudar. Es quien tiene que detectar rápidamente el problema y acertar con un diagnostico preciso para solucionarlo. Su River hoy no nos representa. No percibimos su mano e impronta en los equipos que vemos partido a partido. Él tiene que ser el primero en reconocerlo. No debe ver fantasmas o conspiraciones en su contra que no existen. Nadie en el mundo Millonario quiere que le vaya mal o verlo derrotado. Todos lo tenemos en el máximo altar riverplatense y ahí deseamos que siga eternamente. Sólo él con su espalda gigante y el respeto ganado puede evitar las críticas despiadadas que estarían sucediendo en este mismo contexto con otro entrenador.
Debe regresar el Gallardismo
Estoy seguro de que lo hecho en este arranque del año no despierta aceptación ni identificación en la gente. Tampoco en él. Nadie como Gallardo conoce las demandas de este club. El propio DT tiene una merecida estatua por ser inflexible a la hora de exigir a sus futbolistas el esfuerzo y la convicción necesaria para vestir esta camiseta. Hay que volver a las fuentes. Parecerse a aquel DT que supo ganarse el reconocimiento general de ser considerado el mejor DT de la historia y alguien indiscutido en cualquier debate riverplatense. Debe regresar el Gallardismo. Ese método de trabajo que no negocia ciertas cosas y le da lugar al que esta bien y corre hacia un costado al que no sirve. Esa es su misión en estos días de mar revuelto.
Basta de seguir jugando así
Actuaciones como las de Paraguay no deben repetirse en los nueve meses que le quedan al 2025. Respetamos sus conceptos, entendemos cuando habla de un proceso de construcción de equipo y coincidimos con su explicación de que eso lleva tiempo. Acá nadie va a solicitar la excelencia inmediata. Sólo pedimos y deseamos que durante ese periodo aparezcan algunos síntomas que nos entusiasmen. Que nos haga vislumbrar un futuro agradable y nos permita creer que el año tendrá festejos importantes. Solo eso. No nos gusta ver jugar mal a River. Es lo que más mal humor nos provoca. Nos frustra darnos cuenta de que el equipo no aparece. Nos enoja regalar prestigio; porque si bien esta Supercopa es chiquita y será una anécdota el día de mañana, no queremos que lo mismo que vimos frente a Talleres vuelva a suceder en los partidos importantes del Campeonato, Copa Argentina, Libertadores y Mundial de Clubes. Paciencia todavía queda, pero tampoco hay que abusar. Basta de seguir jugando así. Es necesario un lavado de cara urgente. Hay que poner más corazón, como manda la canción que baja de la tribuna. Se debe conseguir lo más pronto posible un equipo que nos guste, identifique y represente. Ya es hora, River. ¡DESPERTATE!