El partido de ida frente a Palmeiras dejó en los aires del mundo riverplatense un sinfín de sensaciones, y realmente cuesta encontrar explicaciones para el subibaja de emociones que se han vivido en una noche del Monumental que comenzó siendo para el olvido y que concluyó con un mínimo tinte esperanzador pura y exclusivamente por el resultado final.
Pero apuntando netamente a lo futbolístico, ¿qué le ocurrió al equipo en esos primeros 25 minutos fatídicos que fueron una pesadilla de principio a fin? Marcelo Gallardo remarcó una y otra vez en conferencia de prensa el impacto psicológico que significa para cualquier partido que te metan un gol de pelota parada antes de los 5 minutos y en la primera llegada a fondo.
Y para River ese derrumbe emocional se multiplicó y ramificó a grandes escalas. Todas las líneas quedaron grogui, y a su vez ese 0-1 tan tempranero agrandó a Palmeiras más de lo que ya de por sí puede agigantarse por todas su cualidades y calidades. Y allí empezó a mostrarse una superioridad pocas veces vista en la historia de un equipo visitante en el Monumental en una instancia tan importante como esta. Dio la sensación que, si bien el planteo inicial no funcionó, los problemas estructurales y la desventaja futbolística iba mucho más allá de cualquier sistema táctico.
Literalmente si a la media hora la historia estaba 0-4 nadie podría haber hecho ningún reproche desde los merecimientos, pero por suerte la sangre se cortó para River en el 0-2, donde los errores individuales y colectivos se impusieron a la hora de la búsqueda de las explicaciones. Porque el equipo bien o mal tuvo actitud para comprometerse en cada disputa, pero no le daban las piernas para correr tanto tiempo seguido atrás de la pelota, sumado a que todos salían a intentar presionar de a uno por vez y de manera desordenada.
Inocencias y distracciones que una vez más cuestan muy caro
El factor absolutamente imperdonable no es que el mejor cabeceador del rival te haga un gol por arriba a los 5 minutos, sino el hecho que haya convertido sin ningún tipo de oposición en un momento donde tenés que estar sumamente concentrado en cada marca. Eso te marca una señal muy difícil e inconscientemente te tira para abajo cuando además no tenés un equipo acostumbrado a reaccionar favorablemente a una piña de tal tamaño.
Vino otro córner donde volvieron a cabecear sin oposición, hubo algún remate salvado cerca de la línea y cada aproximación de Palmeiras con juego asociado era un puñal para un River que no mostraba reacción ni desde adentro ni desde afuera para levantarse de la lona. El reloj parecía de arena y se necesitaba que ese primer tiempo termine de una vez por todas.
Recién cerca de los 30 minutos el equipo pudo empezar a asimilar la sumatoria de golpes de Palmeiras y a sentir que por lo menos ya podía dejar de sufrir en demasía para emparejar aunque sea un poco el trámite. Afortunadamente para River el resultado había quedado más al alcance de lo esperado, pero cuando enfrentás a un equipo contra Palmeiras no podés permitirte ni cinco minutos de relajación. La enseñanza está muy clara y manifiesta para la vuelta.
