River mostró una versión totalmente desconocida que culminó con un golpe duro e inesperado en las semifinales del Mundial de Clubes. Estuvo desconcertado, sin la lucidez habitual para manejar los espacios y retroceder de la manera adecuada. Tampoco fue preciso en ataque, a excepción de las acciones que le permitieron marcar dos goles. No hay excusas ni nada por el estilo, Al Ain también llegaba de hacer un enorme desgaste porque jugó dos partidos en los siete días previos, incluyendo un alargue. Es por eso que el Millonario tendría que haber hecho la diferencia, pero jamás lo concretó y cayó 5-4 por penales luego del 2-2 vibrante.

Sin embargo, en medio de tanta bronca, dolor y frustración, no hay lugar para reproches. Es cierto que el rendimiento fue bajo. River debería haber logrado que su jerarquía colectiva e individual derribara a un equipo local que exhibió armas interesantes en ataque y una tarea defensiva que fue de menor a mayor. Más allá de eso, la alegría por el título de la Copa Libertadores permanece intacta: El Más Grande pisó para siempre a Boca. Semejante conquista deportiva no se opaca por el traspié de hoy ni por otra derrota en el corto o mediano plazo.

Lo cierto es que River tuvo un desempeño desconocido en la semifinal. Recibió un gol temprano en la primera pelota parada del equipo de Emiratos Árabes Unidos: un tiro de esquina ejecutado por Ahmed Barman le sirvió al sueco Marcus Berg -jugó la Copa del Mundo en Rusia- para anticiparse a Javier Pinola y sacarle rédito a una respuesta insuficiente de Franco Armani, quien prolongó su baja eficia en los penales. La reacción llegó de inmediato con plus: Rafael Borré señaló el 1-1 al desviar un tiro de Lucas Pratto y cinco minutos después dio vuelta el marcador al definir tras una asistencia brillante de Gonzalo Martínez.

El Pity lamentablemente desperdició un penal cuando su remate dio en el travesaño. Fue una acción bisagra porque el encuentro estaba 2-2 (el brasileño Caio había alcanzado la igualdad) y podía resultar una inyección anímica. Los cambios de Marcelo Gallardo esta vez no surtieron suficiente efecto. Enzo Pérez, acertado en el desarrollo, pateó el quinto penal que resolvió la serie, mientras que Nicolás De La Cruz nuevamente ofreció un papel pobre. Ignacio Scocco aprobó, aunque el gol se le negó, en tanto que Juan Fernando Quintero careció de su precisión para los pases punzantes.

River se defendió mal. Pasó sobresaltos en cada réplica de Al Ain. A nivel ofensivo, el Millonario perdió poco a poco en materia de practicidad hasta caer en el terreno de la aceleración en exceso y la ausencia de puntería para profundizar los avances. Fue así que llegó a la instancia de los penales, ese terreno incómodo en el que la historia lo mantiene en la adversidad: perdió en 25 de las 41 definiciones a nivel oficial. Hoy ocurrió lo que todos imaginaban en ese ámbito. Es imposible evitar cierta amargura, pero rápidamente queda atrás al recordar lo sucedido hace apenas nueve días en Madrid, donde El Más Grande aplastó a Boca y le ganó la Libertadores.

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