Balazos de goma, palazos, represión sin discriminación. Siete mil hinchas de River fueron al estadio de Quilmes para ver a su equipo ante Estudiantes, pero en los ingresos se encontraron con la pesadilla típica cuando se va de visitante en el fútbol argentino. Esa pesadilla que habíamos olvidado.

El defectuoso operativo policial, incapaz de detener a un puñado de hinchas que se acercaron sin entrada y con tickets falsos, se desencadenó en una violencia de la autoridad que terminó con más de 50 heridos. 

 

Los palazos y el gas pimienta fueron utilizados contra todos aquellos que portaban la camiseta de River en el sector del conflicto. No importaba la edad, el sexo ni mucho menos si se estaba convirtiendo un ilícito. Había que reprimir, impedir el ingreso de aquellos que no tenían que hacerlo -algo que corresponde-, pero sin medir el costo.

El ataque de delirio de Macri en la mañana del viernes manifestando que la final de la Libertadores se tenía que jugar con visitantes quedó descartado por D'Onofrio y Angelici, y con pruebas exhibidas tristemente en una nueva tarde negra para el fútbol argentino, esta vez, en el estadio de Quilmes.