Los hinchas de River pegamos la vuelta al Monumental y volvimos a sentir esa adrenalina que es estar otra vez en casa. Extrañábamos ese paisaje, el olor a parrilla de los alrdedores y por qué no, esa bebida espirituosa que nunca falta en la previa. No hay nada más lindo que esa caminata larga hacia los ingresos y que asome esa mole de gigante de cemento entre los árboles y las casas bajas del Barrio River.
Volver a subir las escaleras, acelerar el paso y largar esa primera sonrisa de la tarde, sabiendo que ya estás adentro, no tiene precio. Tampoco cuando empiezan a sonar los bombos y los primeros cantitos de la tarde. Hay que matar el tiempo. Volver a la cancha para vivir la ansiedad de la previa es también un condimento necesario para nuestras vidas, aunque muchas veces no nos demos cuenta.
También extrañamos a ese compañero de tribuna que muchas veces no sabemos ni cómo se llama, pero es parte del ritual de cada abrazo luego de cada gol. Y están los amigos de siempre. Los que comparten tu vida, además de compartir tablón. Es una sensación hermosa volver a encontrarnos en el lugar de siempre. No hay nada más lindo que estar en casa.
El infaltable “permiso River”
Hay otro momento de la previa, difícil de describir, pero que forma parte del combo. Que a veces nos incomoda y hasta nos perturba, pero en el fondo, tiene algo de pintoresco: el “permiso River”. Las tribunas ya están explotadas de gente, falta casi nada para que salgan los equipos a la cancha y el “River mi buen amigo” baja desde los cuatro costados para darle la bienvenida al equipo. Pero nunca faltan los hinchas que al compás de un simple “permiso River”, abren paso para lograr una mejor ubicación en la tribuna, casi de manera milagrosa.
Por lo general, los dueños del “permiso River” son aquellos que llegan un poco más rezagados. Son esos compañeros de tribuna que se toman un tiempo más para hacer la previa en el kiosquito, el supermercado chino o algún barcito de la zona. Están los que laburan, o tienen compromisos familiares y los que tienen que hacer buena letra en casa para no tener reproches.
También están los que viajan desde más lejos. Los que tienen que combinar más de un transporte público, los que llegan con lo justo y buscan un lugar donde casi ya no cabe un alfiler. Cada caso es una historia aparte y a todos los hermana un denominador común: el “permiso River”.
El “permiso River” en todas sus expresiones
Ojo, hay formas y formas de “permiso River”. No todos los casos son iguales. Está el papá y la mamá de familia, que van con sus hijos y que buscan un lugar seguro para el, la o los pequeños. River es familia. Por eso, en estos casos, siempre hay un lugarcito para ofrecer desde lo más profundo de nuestro corazón solidario y riverplatense.
Después están los otros, los que al grito de “permiso River”, abren paso y están al borde de provocar una avalancha. Para esos, solo hay reproches. “¿Hasta dónde querés ir, maestro? ¿No ves que no hay lugar?”, sonó varias veces el domingo, incluso cuando el partido entre River y Argentinos ya llevaba varios minutos de haber comenzado.
El “permiso River” suele tomarse unos minutos de descanso y reaparecer cerca del entretiempo. Están los que le ganan cinco minutos al intervalo y abren camino para ir al baño. Otros, en cambio, apuntan al puestito de comida, para clavarse una hamburguesa, un vaso de gaseosa o un agua mineral.
Con la hidratación necesaria y las energías ya recuperadas, el “permiso River” hace su última aparición para el comienzo del segundo tiempo. Quizá con menos frecuencia que en el inicio de la primera etapa. Pero no deja de ser música para los oídos de quienes vivimos la hermosa experiencia de volver al Monumental repleto, con todo lo bueno y lo incómodo que eso significa. Así y todo, es en el único lugar del mundo en el que siempre somos felices.