River dejó una imagen muy pobre en la cancha de Independiente, donde perdió 0-3. Así quedó en claro que Gallardo necesitará bastante tiempo de trabajo para que las caras nuevas se adapten al funcionamiento que pretende, así como deberá revisar la zaga central.

Entre el River multicampeón a nivel internacional y la versión de esta noche existe una brecha gigante. Una grieta que será difícil eliminar. Marcelo Gallardo tendrá que ponerse el overol y tener paciencia para ajustar diversos detalles técnico-tácticos. Una suerte de obra de construcción para edificar un funcionamiento superior al visto en Avellaneda. Allí, en 45 minutos el Millonario sepultó sus chances de llevarse al menos un punto porque exhibió todo tipo de falencias colectivas e individuales.

El Muñeco va a necesitar Casco para esa obra en construcción. Pero, por ejemplo, a Milton, cuyo rendimiento hasta ahora es bastante pobre. No sólo evidenció problemas para custodiar su zona y proyectarse, sino que además cometió una falta muy tonta dentro del área sobre Martín Benítez. Esa acción y su posterior remate desde los doce pasos dejaron al borde de nocaut a un River que enseguida sufrió la expulsión de Leonardo Pisculichi (planchazo a Jorge Ortiz). La Banda se fue 0-2 al descanso, producto de los goles señalados por Nicolás Tagliafico, a los cinco del primer tiempo, y el penal ejecutado por el arquero Diego Rodríguez, cuando iban 34 minutos.

Hubo un funcionamiento colectivo totalmente distante del que llevó a River a conquistar América. Jonatan Maidana, uno de los principales exponentes atrás, estuvo desconocido. Eder Álvarez Balanta profundizó su crisis futbolística y a esta altura el técnico deberá revisar si puede conformar la zaga central. Camilo Mayada tampoco puede ofrecer garantías mínimas como lateral, excepto que los busquen poco su sector. En el medio, Gonzalo Martínez tiene que comenzar de una buena vez a entender cómo explotar todas sus condiciones. Distinto es el asunto para Nicolás Bertolo. Lo que desea concretar en la parte ofensiva se diluye en la ejecución. Pierde la pelota con facilidad -nobleza obliga, provoca alguna infracción- y tampoco concluye con éxito ninguna las jugadas que intentó.

Javier Saviola también mostró un nivel extremadamente flojo. Prácticamente no entró en acción. Pese a que sus compañeros lo buscaron en cuentagotas, él nunca generó riesgo a través de sus movimientos. Entonces, al igual que Bertolo, fue cambio cantado. Ninguno de los dos salió a jugar la segunda parte. Rodrigo Mora, que al menos inquietó un par de veces, y Carlos Sánchez, tan perseverante como irregular esta noche. Ni siquiera una situación aislada sirvió de atenuante porque Néstor Pitana omitió un clarísimo penal del arquero Rodríguez a Sebastián Driussi, a los 15 segundos del complemento.

River padeció todo tipo de inconvenientes. Fue un equipo largo, desconcertado para la elaboración, con cierta cuota de individualismo alarmante. Pisculichi, el único que pensaba y ejecutaba de manera acertada, duró 42 minutos. Pero los problemas también estuvieron atrás. Ahí el desconcierto fue evidente. Quedó al desnudo. Independiente sacó provecho de ello. Es justo decir que igual supo generar espacios con ataques veloces y precisos. Podría haber ganado por una diferencia mayor. Juan Martín Lucero sentenció el 3-0. Y luego se perdió el cuarto. El segundo tiempo fue un calvario para el campeón de América. Gallardo, consciente de eso, tendrá que poner manos a la obra para que haya un nuevo funcionamiento y aquellos que arribaron en el último mercado de pases se adapten a la construcción de un River nuevamente ganador.

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