En 1984 un joven, alto y talentoso jugador llegó a River desde Wanderers, muchos no sabían dónde poner el acento en su apellido y lo pronunciaban de distintas formas. Al principio no se destacó y de hecho algunos creyeron que por Núñez pasaría sin pena ni gloria, pero de a poco comenzó a mostrar destellos de su calidad y se ganó el apodo de Príncipe, por su elegancia a la hora de jugar. Fue una pieza importante del Campeonato de 1985/86 a mediados de ese año fue transferido al Racing de París, más tarde pasaría por el Olympique de Marsella, en su paso por Francia deslumbraría a nada más y nada menos que Zinedine Zidane, que le puso Enzo a su hijo. Una de las perlas que dejó el uruguayo en su primer paso por River fue el gol de chilena a Polonia en Mar del Plata.

En 1990 pasó al Cagliari y luego de un breve paso por el Torino regresó a River a conseguir la gloria y vaya si lo hizo. El 7 de septiembre de 1994 Américo Gallego era el DT del Más Grande, es que Daniel Passarella había sido contratado por la AFA para que dirija a la Selección Argentina, aquella noche se produjo el regreso oficial de Enzo Francescoli al Millonario, fue por la Supercopa de aquel año ante Nacional de Montevideo por los octavos de final. Como no podía ser de otra manera el uruguayo se anotó en el marcador, fue a los 18 minutos del primer tiempo de penal, el Bolso daría vuelta el resultado pero Gabriel Amato sellaría el 2 a 2 definitivo, el Montevideo el equipo del Tolo ganó 1 a 0 de manera agónica y avanzó a la siguiente instancia.

Una era gloriosa

El segundo ciclo de Enzo por River fue entre 1994 y 1997, tres años en los que consiguió hacer historia. Obtuvo el Apertura del 94, la Copa Libertadores de 1996, el tricampeonato (Clausura 96, Apertura 97 y Clausura 97) y la Supercopa del 97. Pero más allá de los títulos –todos salvo el del 94 conseguidos bajo el mando de Ramón Díaz- lo que Francescoli dejó en River fue un legado, un liderazgo impresionante y una manera de jugar que todavía no se volvió a ver, con una clase distinta, una pegada exquisita y una fineza dentro del área envidiable.