River se llevó un 2-2 valioso de Río de Janeiro, donde remontó un par de veces el resultado contra Flamengo y dio indicios anímicos de un equipo dispuesto a revertir su mala situación.
El golazo de Camilo Mayada fue un desahogo enorme. Una pelota perdida como el diente de Nicolás De La Cruz permitió que River alcanzara un punto, ese punto que puede ser de partida para que en marzo el panorama futbolístico del Millonario dé un giro de 180 grados en busca del título en la Supercopa Argentina y la recuperación urgente que se necesita en la Superliga. Este 2-2 contra Flamengo representa una inyección anímica, la esperanza de de levantarse de una buena vez, como debe ser.
La igualdad en Brasil dejó como aspecto más destacado ese punto obtenido sobre el final, cuando parecía que se avecinaba otra caída en condición visitante -hubiera sido la octava oficial, incluyendo copas internacionales-, cuando el esfuerzo realizado parecía en vano. Es que pese a que fue ordenado, River no jugó bien, corrió demasiado detrás de la pelota, presionó sin éxito, sufrió en las pocas llegadas del local y careció de profundidad durante el primer tiempo, esa etapa que el Millo desperdicia sistemáticamente.
Sin embargo, Mayada trajo alivio. Alivio para un River cuya misión fue reducir el margen de error a través de tres esquemas que fueron rotando: 4-4-2, 4-5-1 y 4-1-4-1, anulando las bandas de Flamengo. En ese contexto, la primera parte se marchó en cero, repleta de faltas, sin ideas ni ataques de auténtico riesgo: sí, un bodrio. La segunda mitad, en cambio, resultó vibrante en cuanto a emociones. Desde el penal cometido por Leonardo Ponzio que Henrique Dourado transformó en gol hasta el excelente remate de Mayada, pasando por el 1-1 transitorio de Rodrigo Mora (tiro libre frontal de Nicolás De La Cruz para el cabezazo) y el tanto inesperado de Éverton, libre de marca dentro del área para vulnerar a Franco Armani.
Brasil, un destino históricamente esquivo para River en materia de resultados, dejó un 2-2 positivo en los papeles. Si bien es cierto que futbolísticamente el equipo permanece en deuda, el empate significa una grata noticia. Faltó circuito de juego, faltó solidez atrás, tampoco hubo un funcionamiento colectivo que causara expectativas con la pelota ni propuestas ofensivas propias de la jerarquía que posee el Millonario. Así y todo, la igualdad será bienvenida como un guiño entre tantas frustraciones por la identidad perdida.
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