Hubiera sido cómoda la postura para el DT del "equipo que gana no se toca", porque en la vorágine del invicto nadie le hubiera cuestionado nada. Sin embargo el Muñeco es especialista en sacar conejos de la galera. En pensar no sólo en cómo poder lastimar al rival, sino también en tomar plena consideración de los presentes de los jugadores a la hora de las grandes decisiones.

El ejemplo más claro de lo mencionado anteriormente se dio en este semestre puntual con los delanteros. Arrancó jugando la dupla Scocco-Pratto, y Borré cada vez que entraba demostraba con esfuerzo y goles que podía estar entre los once. Al poco tiempo se ganó el lugar y fue titular junto a Pratto, pero ahí fue Scocco el que en los segundos tiempos se mostró decisivo y determinante.

¿Qué pasó entonces? El que salió el último fin de semana del equipo ideal fue Pratto. Para cualquier otro entrenador quizás hubiese sido una carga muy grande sacar de la alineación inicial a la compra más cara de la historia del club, pero para él fue una decisión más y ni siquiera retumbaron los pasillos. Como tampoco se estremece nada si un tipo con los antecedentes de Mora tiene que pasar un partido decisivo de copa sin jugar un minuto. Todo se toma con naturalidad, porque todo está fríamente calculado en su cerebro con mucho tiempo de anticipación.

Y este tipo de situaciones se han visto también en el pasado, cuando nombres de la talla de Aimar y Saviola no pudieron entrar ni siquiera en la rotación lógica del equipo. O cuando tuvo que hablar con Pisculichi para decirle en una pretemporada que iba a correr de atrás, o plantearle algo similar a otro campeón de América como el Chino Rojas porque Palacios venía pidiendo pista. O cuando, más allá de la lesión del paraguayo, le brindó toda la confianza a Montiel para que sea el 4 de River. Sin importar que Moreira sea un jugador de Selección. O cuando tiene que dejar a Quintero en el banco porque estratégicamente considera que es lo correcto

En fín. Podríamos estar horas y horas repasando los miles de patrones similares en su conducta como entrenador. Lo que queda claro Gallardo demostró una vez más que no se casa con nadie, y que lo único que le interesa es que jueguen siempre los que mejor están. Por eso es el as de espadas que todos quisieran tener.