El final de esta historia recién está por comenzar, y trasciende al hincha de River en particular. Más allá de que sea el damnificado directo, mañana el jugador colombiano Teófilo Gutiérrez podrá jugar el clásico más antiguo de la Argentina. Ello se lo debe al levantamiento de la amarilla que recibió el domingo pasado, frente Argentinos, por parte del árbitro Juan Carlos Pompei.
La AFA ha dispuesto su habilitación en una resolución que para los que amamos el juego sin trampas, repudiamos las manos negras y siempre nos atuvimos a los reglamentos, nos parece un mamarracho jurídico. No queremos condenarla únicamente como riverplatenses, que de estos sapos y batracios nos hemos indigestado años “a”. Quedaría muy chiquita y reducida la magnitud de la protesta. La medida multiplicará sus consecuencias, porque -a mi juicio- quedó institucionalizada la “ley de los hijos de la pavota”.
“Ley pareja no es dura, ni justa”, es un viejo refrán que alude fundamentalmente a las prerrogativas que tienen algunos “pares” ciudadanos por sobre otros. Esto sugiere que la ley no se aplica del mismo modo para unos y para otros. Entiéndase entonces el refrán como “amiguismo”, “favores” para unos, ley dura para los zonzos que no reclaman. Esta es una de las lecturas que se le puede dar a lo que anoche sucedió en Viamonte 1366. Reitero, va más allá de quien gane o quien pierda en lo inmediato. Lo que queda como resaca de todo este mamarracho jurídico de despenalización, es la flagrante transgresión al Reglamento de la FIFA. En la página 5, artículo “Decisiones del árbitro”, dice: Las decisiones del árbitro sobre hechos relacionados con el juego, incluido el hecho de si un gol fue marcado o no y el resultado del partido, son definitivas. El árbitro podrá modificar su decisión únicamente si se da cuenta de que es incorrecta o, si lo juzga necesario, conforme a una indicación por parte de un árbitro asistente o del cuarto árbitro, siempre que no haya reanudado el juego o finalizado el partido. Más claro, échele agua.
Un concepto del que nunca se debería haber apartado la AFA es el que dice: Dura ley, ley justa. Recordemos los hechos. El árbitro Pompei había tenido una actuación paupérrima en el partido Argentinos- Racing, el domingo en La Paternal. Se comió un penal a Gutiérrez y encima lo amonestó por simular. Luego, el propio jugador tomó revancha por mano propia y le metió un planchazo para tarjeta violeta al jugador Bogado, del Bicho, que no terminó hospitalizado de casualidad. ¿Cuál fue el error más grave de Pompei? Querer compensar un error con otro. Como se equivocó la primera vez y luego se dio cuenta, omitió la expulsión de “Teo” en la jugada posterior (Ley pareja, no es justa). En síntesis, empeoró lo malo.
¿Y qué hizo la AFA y su Tribunal de Disciplina frente a estos acontecimientos? Otra barrabasada. En vez de acotarse, sancionar al árbitro y apartarlo las fechas que correspondan, cometió una intromisión flagrante de ilegitimidad. Incurre, al igual que Gutiérrez, en otra conducta irracional. Dicta un decretazo que viola las Reglas de la International Board, cuyos últimos cambios trascendentes datan de 1997. Asume roles que no le corresponden, alegando querer reparar los errores arbitrales, que fueron emotivamente reconocidos por Pompei, pero cae en la discrecionalidad de cambiar el fallo y aplicar el reglamento sobre el primero de los hechos únicamente. El tema en cuestión es la jurisprudencia que sienta. A saber: no sólo introduce un principio retroactivo sobre la cosa juzgada, sino de a amo y señor sobre aquello que hay que revisar y aquello que no. Todos estarían en condiciones de pedir a partir de ahora que se aplique este criterio sobre las cientos de polémicas que se establecen domingo a domingo.
Sin ir muy lejos, el domingo pasado nomás, el gol de Tigre fue discutible, así como el que le anularon a Galmarini. El off side a la Gata Fernández, que ponía a Estudiantes 1-0. La jugada peligrosa que impidió el gol de Pavone y el 2-1 de River. En fin, hay cientos de jugadas en cientos de partidos de todas las divisiones. Y si nos vamos más para atrás, la historia no sería la misma si Nai Foino hubiera hecho repetir el penal que Roma le atajó a Delem por evidente adelantamiento del arquero; o si Nimo hubiera cobrado penal en “La mano de Gallo”, que incidió para que Vélez conquistará el título del Nacional 68; el faul de Larrivey a Monzón que Brazenas no vió; etc. Y en el plano internacional, el gol de Hurst que no entró y le dio a Inglaterra el 1-0 de aquella final de Wembley en el 66; la mano de Dios que abrió el camino al gol de Maradona en México 86; el gol de Lampard que picó un metro adentro y salió, y que podría haber eliminado a Alemania del Mundial de Sudáfrica 2010.
Las páginas del fútbol mundial y de muchos equipos serían otras si se hubiera legislado para atrás. Pero, aún a pérdida de acopio de inventario en cuestiones de “mala sangre”, como hincha de River y del juego limpio en todos los órdenes prefiero someterme al error humano arbitral y no a la dictadura de un televisor, un confesionario y un policía político que cambié fallos. La tecnología, es una asignatura pendiente. Es cierto, pero antes que un progreso puede ser un retroceso si no hay un criterio consensuado sobre cómo aplicarla.
El sinsericidio de Pompei -capítulo aparte- es delirante. Asume haberse equivocado en el primer fallo y luego también en el segundo que omitió. Posibilitó la discriminación contra los “hijos de la pavota”. Y cuando se discrimina, no hay justicia y la ley se convierte en un terreno de aguas movedizas que despiertan sospechas volcánicas. Eso es lo que hizo Pompei. Eso es lo que convalidó ayer el Comité Ejecutivo de la AFA. Una disposición que va dejar huella en cada situación de juego que despierte polémicas. ¿Una AFA de hijos y entenados?
Una medida que pone en riesgo la convivencia entre lo clubes y el Tribunal de Disciplina de la AFA. Deberán hacerse cargo. Se actuó con omnipotencia, una vulgar filosofía del reglamento al “uso nostro” y del per saltum al Reglamento de FIFA con el partido post- mortem. Algo inadmisible, que ni siquiera en el Mundial de Sudáfrica se aplicó, con toda la tecnología existente. Nació la “ley del hijo de la pavota”. Gracias, Grondona.



