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Invocación a los ángeles guardianes de River

Los ángeles guardianes de River

pablo-desimone

Vení, acompáñame en este sueño. Instálate imaginariamente el domingo en el Monumental. Contemplá el cielo por un instante y descubrí entre ese rabo de nubes como se dibujan once corceles blancos, briosos, montados por eximios guerreros. Ahora, descubrí un punto fijo en el techo del cielo. No pienses que es la tarde, sólo abstráete y sin perder de vista ese punto, mirá como de pronto el techo del universo se empieza a abrir para que se descuelguen infinidad de estrellas como papelitos y un fuego de bengalas rojiblancas, como si fuera el resplandor de la vía láctea.

En realidad, son millones de meteoros tan alucinantes como los que encandilaron la noche del “más grande recibimiento jamás visto a un equipo de fútbol” – la del campeón de América del 96- que nos obligan, ya, a cerrar los ojos y soñar con el instante mágico. Estás ciego, solamente tus otros sentidos fluyen por todos los poros de tu cuerpo.

A través del tacto, sólo sentirás el paño de tu bandera. Tus oídos serán perforados por el rugir de la “hinchada máxima” y tu olfato, tu olfato te indicará que del otro lado estarán ellos: los indeseables. Ya, con los grifos cerrados de todos tus sentidos. Sólo dejá abierta la puerta a la emoción. Date cuenta que estás en el volcán que forman 50.000 corazones en llamas y vas a hacer contacto.

Tendrás que estar atento, porque Cronos detendrá el tiempo y habrá un segundo fugaz, sublime, casi imperceptible, que en el medio de tanta pasión enamorada, el estadio enmudecerá junto a vos. Vas a recibir una vibración cósmica que estará preanunciando lo que va a suceder. De la constelación comenzarán a descender “los ángeles guardianes de River”. Si lográs hacer eje con lo sagrado, que significa ser hincha de River tendrás el privilegio de ponerle ojos a tu corazón.

Tendrás la certeza infinita de contar con la compañía más poderosa que el cielo te puede regalar. Entonces, junto al mejor equipo que el “jefe” pueda armar, no faltarán los duendes de Amadeo y el dominio de toda el área, el Pato Fillol y sus mágicos reflejos, el amor propio del Loco Enrique y Tarantini. El estampilla Vaghi haciendo marca personal al rival, la prestancia del Mariscal Perfumo y al lado de él: San Martín. El Gran Capitán del futbol argentino, Passarella haciéndole la cruz en sus narices a la doce.

En el medio “el patrón de América”, Pipo Rossi y por si falta meter pierna Gallego y Mostaza listos para raspar. A la derecha Prado y Jota Jota, para conducir.
Para crear, el Beto, sacando conejos de la galera. Ermindo con el pecho inflado de talento, el cabezón Sivori con sus canillas desnudas y machucadas. Allí, andará “el charro” Moreno dándole chamuyo a la pelota y escondiendo el piolín con que la sujeta y la PC de Pablito Aimar.

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De punta, los veo al Botija Walter Gómez y su repentización. La capacidad goleadora de Angelito, verdugo eterno de la bosta y la glacial y veloz contundencia de Ramón Díaz. Hay otro pelotón de fusilamiento: la potencia del Pinino, la maestría de Enzo, la polenta de Crespito, el toquecito matador de Salas, el olfato de Saviolita. Estarán todos o casi todos, si hasta el gordo Pichuco tendrá su lugar en la San Martín baja para honrar con su glamour al goleador millonario.

Imagínate, entonces el domingo soñado. La escuela de Peucelle, de Pedernera, de Renato y de Delem, dirán presente inyectando su estilo histórico. Descenderán nuestros guerreros de sus corceles, resguardados por “los ángeles de River”, los que armaron este hilo conductor que nunca más deberemos traicionar. Porque creemos en “el futbol arte” de manera religiosa. Porque debe haber un punto de inflexión y reencontrarnos con la memoria de nuestros viejos sabios de la tribu. Porque somos diferentes.

Porque los “indeseables” sólo poseen diablillos que de tanto en tanto meten la cola. Porque De zorzi, Colman, Suñe, Pernía, Rogel, Giunta, Cabañas, Pasucci, sus ídolos, quedaron encerrados en el hades del mal gusto futbolero. Por todo esto te pido que vengas a ofrecer tu corazón que será parte del motor de la victoria. Para empezar a conjurar, estos viejos demonios que exigen el descenso astral de los maestros.
Por todo esto: podrán decir que soy un soñador, pero no soy el único. Lo inmortalizó John Lennon, vos lo vas a hacer posible.

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Imagen: Fotobaires.

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