(Asunción – Enviado especial) Unos 10.000 fanáticos del Más Grande coparon Paraguay y deliraron con la clasificación a la final de la Copa Libertadores, la gran obsesión junto con el regreso a Japón.
De la ebullición total a la sorpresa. Del sueño en voz alta al abrazo fuerte, interminable, incluso entre lágrimas. River está en la instancia decisiva. Es real, no se trata de una noche con los ojos cerrados. O sí, imaginando al trofeo tan anhelado en el Monumental, al grito de “dale, campeón”. De ninguna manera es una utopía. La ilusión está a un paso de concretarse y hasta se puede potenciar si Tigres elimina a Inter de Porto Alegre, debido a que en ese caso el duelo de mayor magnitud se desarrollará en el templo de Núñez.
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El final fue emocionante. Un estallido de alegría, acorde a la situación deportiva, con hinchas y jugadores cantando a la par, saltando a pura sonrisa, a puro sueño, el sueño americano de levantar la Libertadores y pisar tierras niponas, como quedó expuesto al grito de “y sí, señor, de la mano del Muñeco vamo’ a Japón”. Imposible eludir semejante objetivo, fiel al estilo de lo que demanda la camiseta del Más Grande. Sin embargo, tampoco podía quedar al margen la dedicatoria ingeniosa al eterno adversario, minutos antes de la desconcentración: “Un minuto de silencio… (pausa), para Boca que está muerto, eah, eah, eah, eh”.
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El Monumental queda a unos 1.200 kilómetros del estadio Defensores del Chaco, aunque realmente pasó inadvetido. Infraestructura al margen, los hinchas coparon todos los sectores disponible. Alentaron, brindaron un colorido espectacular con pendorchos rojos y blancos e incluso se dieron el gusto de comparar a Guaraní con los vecinos del Riachuelo por dejar las ubicaciones antes de que finalizara el encuentro. Pero la felicidad se manifestó a través del “oooh, vamos, River Plate”, “el que no salta, abandonó” y “te sacamos de la Copa, te sacamos otra vez”. Delirio total, rienda suelta al festejo, pero soñando con la Libertadores, esa meta que está cerca de alcanzarse.
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