Las carreras profesionales de entrenadores y futbolistas no suelen ser muy longevas y cada uno debe saber entender los momentos y aprovechar las pocas grandes oportunidades que se presentan porque probablemente nunca vuelvan a aparecer. El tren pasa una sola vez por la estación. Corría el año 2014 y tras el portazo de Ramón -renunció después de haber salido campeón del Torneo Inicial- Rodolfo D'Onofrio, presidente de River, tenía que ponerse a buscar al nuevo entrenador antes de que arrancara el Mundial de Brasil. El elegido terminó siendo Marcelo Gallardo, pero detrás de esa elección hay una historia poco conocida de idas y venidas en un corto lapso de tiempo con un club del fútbol argentino que estuvo a punto de contratar al Muñeco.

 

 

Para poner en contexto, Gallardo venía de dos "años sabáticos" sin estar al frente de un plantel luego de lo que había sido su experiencia en Nacional de Uruguay. Con el descanso concluido, el bichito de volver a dirigir ya le había picado y le pidió a su representante que fuese buscándole posibles opciones para regresar a la acción. A fines de mayo, el Muñe se juntó con Victor Blanco, presidente de Racing, que lo tenía como candidato junto a Diego Cocca y Rodolfo Arruabarrena, para suceder a Mostaza Merlo y también fue tentado por la Universidad Católica, que terminó decantándose por Falcioni. Hasta ahí, fueron solo reuniones que no desembocaron en nada concreto.

 

Acá comienza una secuencia de llamados fugaces y reuniones de último momento que el periodista Diego Borinsky relata, junto al testigo principal de esta historia, en su libro Gallardo Monumental. Mientras se empezaba a esparcir el rumor de la renuncia de Ramón, Sebastián Cejas, manager en ese entonces de Newell's, llamó al representante de Gallardo para manifestarle el interés en contar con el Muñeco y preguntándo si podían coordinar una reunión. Arreglaron para el día siguiente, miércoles 28 de mayo, en la ciudad de San Pedro, a 154 kilómetros de Buenos Aires. 

Fueron cuatro horas de reunión en el Hotel Howard Johnson. El Muñeco no había viajado solo: lo secundaron Biscay y Bujan, que también estaban listos para volver al banquillo junto a su compañero. Todo estaba encaminado para que firmara en la Lepra, incluso muchos periodistas montaron guardia en el lugar y a la salida fotografiaron al DT. Pero por esas cosas del destino, Marcelo, fiel a su manera de ser, quiso tomarse 24 horas más para terminar de pensar la decisión final. En Rosario estaban repletos de ilusión y Gallardo ya era la tapa de algunos diarios de la provincia. Había quedado en volver a juntarse el lunes -cinco días después- con la gente de Newell's para finiquitar todo, pero apareció el llamado de Enzo Francéscoli, o mejor dicho el mensaje de Whatsapp

Mientras Ramón se despedía con una breve conferencia en el auditorio del Monumental sin aceptar preguntas, el Muñeco estaba en Cardales visitando a dos amigos riverplatenses: Mario Yepes y Radamel Falcao, concentrados con la Selección Colombia de cara el Mundial. Su celular vibró y era Francescoli, -ya sabiendo de la renuncia del Pelado y consciente de que Gareca y Berizzo eran imposibles-, preguntándole si estaba interesado en pactar un encuentro para el lunes. El Muñeco, firme, le dijo a Enzo que tenía todo listo para ir a Newell's y que no quería dilatar más la cosa. Como cuando jugaba en River, el uruguayo paró la pelota y resolvió rápido: hizo dos o tres llamados y preparó una reunión para el día siguiente con el Muñeco en casa de Matías Patanián, dirigente Millonario.

Le contaron lo que tenían en mente, el proyecto, los jugadores que tenían que volver de los préstamos y 24 horas después el Muñeco volvió a reunirse, esta vez con D'Onofrio en su oficina en el Monumental. Quedó todo allanado y tan solo dos días después de haber estado a punto de firmar en Newell's, Francescoli anunciaba, en una nota con Olé, que Gallardo sería eln uevo técnico de River. El 6 de junio fue su presentación ante las cámaras de manera oficial y todo lo que vino después es historia ya conocida...